EN PROFUNDIDAD«Hablamos nuestro propio idioma, donde la admiración y confianza que sentimos por...

«Hablamos nuestro propio idioma, donde la admiración y confianza que sentimos por las otras se siente sobre el escenario»

Tripak, el colectivo artístico que encuentra en las artes escénicas una forma de expresión cruda, valiente e incómoda.

Marina Suárez, Maite Mugerza, Natalia Suárez y Andrea Berbois conforman Tripak Kolektiboa, una compañía de teatro que, lejos de los estándares tradicionales de las artes escénicas, ofrecen una puesta en escena diferente: profunda, pero sin explicación; queriendo hacer sentir, incomodar y reflexionar, o no.

Experimentan con los recursos expresivos de los que disponen de manera libre y sin juicio.  Y exploran la escritura, el canto, lo visual, el drama y el humor, la escenografía o el vestuario desde perspectivas diferentes, se hacen preguntas incómodas, dan lugar al descubrimiento, a la sorpresa y a la curiosidad. Son valientes a la hora de experimentar, no pretenden encajar, buscan salirse de la norma y poner sobre la mesa cuestiones tan crudas como la vida misma, tan incómoda como real.

«Lo incómodo es fácil. Lo difícil es hacer que lo incómodo sea de interés».

Fotografía: Eider Iturriaga

Una llamada a Maite

Allá por 2013, la vitoriana Marina Suárez, estudiante de Bellas Artes, encontró en la sala Baratza de Vitoria-Gasteiz un espacio inspirador, donde poder fantasear, crear, conectar con otras artistas, aprender y experimentar. El laboratorio de creación de Baratza le fascinó hasta tal punto que apenas necesitó llegar a casa para convencer a su compañera de piso Mayi Martiarena, también estudiante de Bellas Artes, para que se uniera al laboratorio. Allí, juntas, comenzaron a experimentar con el teatro físico, la danza y el movimiento, y crearon su primera pieza: Maite.

Maite, tenía una misión, no era un nombre elegido al azar. Era una llamada a la acción a su tercera compañera de piso Maite Mugerza, que por aquel entonces se encontraba viviendo fuera. La obra se estrenó en una noche scratxe en la sala Baratza, pero Maite nunca la llegó a ver; “cosas del directo”, su vuelta a casa se retrasó y la pieza se estrenó sin ella entre el público. A pesar de ello, la llamada funcionó y se unió al laboratorio.

A partir de entonces todo surgió de manera orgánica. Como ejercicio del laboratorio les pidieron crear una pieza, y trabajando en ella surgió la idea de crear un espacio en el que pudieran expresar su forma de entender el arte y la creación. Este espacio “no físico” fue cogiendo forma de colectivo y sin haberse puesto como objetivo tener una compañía, de repente, de forma natural, tenían nombre bajo el que crear y actuar: Tripak.

Fotografía: Eider Iturriaga

Conexión y admiración

La llamada a Maite no sería la única que harían, pero esta vez de forma más directa. Trabajando en su primera pieza como colectivo, Aitaren larrua, llamaron a la violinista Andrea Berbois. “Andrea, ¡te queremos!”. Querían música para un momento muy concreto de la obra, pero no valía cualquier música, querían a Andrea. La conexión fue inevitable, así que lo que comenzó siendo una colaboración puntual no tardaría en convertirse en una relación permanente.

Tras la presentación del proyecto Aitaren larrua, Mayi se marchó a vivir fuera y Andrea pasó de aportar la música en un momento concreto, a subirse al escenario en todas sus formas de expresión junto a sus compañeras Marina, Maite y Natalia, la hermana menor de Marina que también se incorporó al colectivo en aquel momento.

Amistad, familia o admiración son solo algunos de los elementos que conectan a estas cuatro artistas. Su conexión es tan fuerte que puede sentirse sobre el escenario porque, tal y como ellas mismas dicen, «sentimos una admiración y confianza absoluta en nuestras compañeras». Quizás por eso se atreven con nuevos formatos, con puestas en escena atrevidas; se sienten cómodas dentro de la incomodidad, se tiran al barro, a gritar, a cantar, a improvisar y a provocar.

Las artes escénicas: infinitas posibilidades

Encuentran en las artes escénicas una forma de arte completa. Maite, Marina y Natalia, procedentes de las Bellas Artes, y Andrea de la música, tienen una sensibilidad especial por el arte y la creación. Para ellas cada elemento que conforma la pieza final es importante, disfrutan de su ideación, desarrollo y puesta en escena.

Juntas fantasean, cantan, bailan, construyen piezas e imaginan espacios, que luego son, o no, parte de la obra final. «Somos muy procesuales, muchas veces es el propio proceso creativo el que nos pide incorporar un nuevo personaje, elemento o escena. Nos miramos y estamos de acuerdo. Todas hablamos el mismo lenguaje y nuestras ideas convergen de forma natural».

No siguen los métodos tradicionales de la práctica teatral, no van es busca de la creación de un personaje en concreto, no saben con exactitud cómo darán forma a la escenografía con la que han fantaseado o cómo será el atrezo. Trabajan sobre la idea, van dándole forma, juegan, prueban, se equivocan, descubren nuevas fórmulas, se mueven por el escenario, se escuchan y experimentan con nuevos lenguajes y formatos.

«No nos interesa trabajar siempre con un mismo método, sino ir experimentado y llegar al resultado final por otras vías, desde diferentes perspectivas y formas». No les mueve la prisa, sino la exigencia. Quizás por su procedencia de las bellas artes, parten de una visión especialmente estética e interpretan la obra como si de un cuadro viviente se tratara. Así, cada trazo y pincelada marca el desarrollo de la pieza, por lo que en numerosas ocasiones son sus propios movimientos y cuerpos quienes marcan el transcurrir de la historia, quienes buscan otro personaje, quienes necesitan ocupar uno u otro espacio.

Fotografía: Eider Iturriaga

Conectar con el público

Bromean al comienzo de sus obras con frases como “al final hacemos preguntas eh, a ver si os habéis enterado”, nada más lejos de la realidad. Son conscientes de que su obra quizás no sea para todos los públicos. No responde al clásico ‘planteamiento, nudo y desenlace’ del teatro tradicional. Presentan un teatro fresco y performativo, interactúan con el público, le invitan a sumergirse en la intensidad de la propuesta y a transitar por el mundo que presentan. Buscan conectar con los/as espectadores/as planteándoles cuestiones que quizás no puedan resolverse, pero que muy probablemente provoquen cierta inquietud, curiosidad, incomodidad o interés, por el simple hecho de haberlo planteado. Es precisamente esa reacción inconsciente, esa respuesta espontánea de la sensibilidad propia, la que buscan generar.

Tripak: producciones propias

Marina, Maite, Natalia y Andrea cuentan ya dos producciones propias Urruna (2019) y Platea (2022), además de su predecesora Aitaren Larrua (2016) que produjeron Marina, Maite y Mayi. Urruna, comenzaron a gestarla en 2017 durante una residencia artística en la sala Baratza, a la que le siguieron otras residencias en AZALA, GaraiOn Sorgingunea y Teatro Pradillo.

En Platea colaboran con la acordeonista Garazi Navas, cuya calidad singular cautivó al colectivo; conectaron y supieron que Garazi tenía que ser parte de la producción. La creación de la obra se produjo con el apoyo de distintos espacios e instituciones, y, en particular, del programa para la producción de contexto en el arte contemporáneo Eremuak.

Las residencias artísticas y el apoyo de espacios e instituciones permiten a colectivos como Tripak disponer de tiempo y medios para la gestación de sus piezas. Pueden, gracias a ello, experimentar e investigar sobre nuevos lenguajes y formas, y así poder ofrecer al público piezas únicas.

Crear red y colaborar con otros colectivos y compañías también es para Tripak una forma de creación, donde la conexión y la “chispa” son esenciales para que los proyectos colaborativos den su fruto.

Un nuevo espacio

En 2022 el colectivo dio un paso más y ocupó Kampai, espacio dedicado a la creación, ensayo y muestra, situado en el barrio de Rekalde en Bilbao. Allí llevan a cabo sus propias producciones, imparten talleres, sirve como sala de exposiciones o para la muestra de artes escénicas.

En Kampai conviven y aprenden cómo funcionan en comunidad, estrechando aún más los lazos que las unen y profundizando en la confianza, conexión y admiración que caracteriza a las integrantes de Tripak.

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