
“Esta es una foto de mi mujer y mi hijo mayor en el pueblo, con el primer coche que compramos al año de casarnos, en el 73. Era un C8 de Citroen, un coche humilde. Estábamos empezando la vida, a pagar el piso, todas esas cosas. Nos vino muy bien porque cada 15 días solíamos ir al pueblo a ver a mis padres. La casa del pueblo ahora ha mejorado mucho”. Así describe José Luis una de las fotografías que ha rescatado de su álbum familiar y que ahora comparte en el taller ‘Una historia detrás de cada foto’, al que acude una vez a la semana en el centro sociocultural de mayores de Coronación.

David Busto, periodista y documentalista alavés, es el impulsor de este proyecto que rescata la memoria y las vivencias de las personas mayores de Vitoria-Gasteiz. “Lo que más me gusta de mi oficio es poder escuchar relatos, historias y vivencias. Poder ver por una mirilla la vida de otras personas”, cuenta.
Tras pasar dos años en Bolivia, regresó a casa con la intención de trabajar en la memoria de las personas mayores. “Conocí el proyecto ‘Territorio archivo’ que estaba desarrollando el creador audiovisual Chus Domínguez en la comarca leonesa de El Condado-Curueño. Le encomendaron hacer un documental sobre la memoria del territorio y decidió tirar de los álbumes que conservaban los/as pocos/as que vivían allí. Se reunía con cada uno/a de ellos/as en la cocina de sus casas para ver las fotos y registrar sus testimonios”, explica. Al periodista gasteiztarra le fascinó el proyecto. Habló con Chus y le trasladó la idea de poder realizar el mismo trabajo en Vitoria-Gasteiz, pero adaptando su metodología a un contexto grupal.

Ya han pasado cuatro años desde entonces y más de 30 personas usuarias de centros socioculturales de mayores han participado en esta iniciativa, que ha conseguido recopilar más de 200 fotos y testimonios. “No es tan importante hacer un archivo muy extenso sino uno muy profundo”, apunta.
Compartiendo recuerdos
Los/as talleristas se reúnen todos los viernes alrededor de una mesa y comparten sus vivencias y recuerdos. Las fotografías que aportan se proyectan en grande para que todos/as puedan verlas y el audio de las sesiones se registra en una grabadora. Una a una van comentando todas las imágenes. Primero observan la foto en silencio durante un minuto y posteriormente, su dueño/a toma la palabra. Durante cinco minutos explica dónde cree que se sacó la instantánea, en qué año, quienes salen y qué se ve en ella. Para finalizar, el resto del grupo realiza diferentes aportaciones. Así con cada una de las fotografías.

“Es un espacio de encuentro, de confianza y de escucha mutua. De volver a momentos de tu vida de los que no habías hablado hace años. Se genera un ambiente muy bueno y aprendemos unos/as de otros/as. Es importante generar esa confianza para que los testimonios salgan”, explica David. Y es que durante los talleres se tocan episodios históricos como la Guerra Civil o el 3 de marzo, pero también asuntos cotidianos como la muerte de un familiar o la inmigración. Según el periodista, hay temas muy sobrerrepresentados fotográficamente, como los viajes, las excursiones o las fiestas. De otros, como puede ser el trabajo, apenas hay imágenes: “Intento que rebusquen en casa y poder así ampliar el contenido”. El criterio de búsqueda es la emoción. “Tienen que encontrar imágenes que para ellos/as sean importantes, aunque no sepan muy bien por qué. Una foto valiosa puede ser de hace dos meses, no tiene porque tener 40 años”, afirma David.
En este espacio, donde se realiza un balance de vida, coinciden antiguos empleados de Michelín, mujeres que han trabajado en el campo, amas de casa o personal de la empresa BH. La mayoría de ellos/as no se conocen entre sí, pero cuando comienzan a contar su historia, se revelan conexiones inesperadas. Esta es una de las partes del proyecto que más emociona al periodista: “Me encanta descubrir el entramado de redes que nos componen como sociedad”.

Además, el proyecto reúne a vitorianos/as de diferentes generaciones. David explica que “ya no solo es la tercera edad. Ahora ya tenemos 4º y hasta 5º. La persona más mayor que ha participado en los talleres tenía 97 años y los/as más jóvenes alrededor de 60. Se crean diálogos fantásticos, es como si una persona de 60 estuviera hablando con su padre que ya no está. Los/as mayores se sienten rejuvenecidos. Es muy beneficioso para todos/as”.
Archivando recuerdos
Con todo el material de los talleres se crea un fondo que David almacena en un disco duro. Además, las grabaciones y las fotografías digitalizadas se entregan a los/as talleristas. Asimismo, al final de cada curso se monta un pequeño documental para que los/as familiares disfruten de todo el contenido recuperado por sus mayores. “La idea no es crear un archivo que al final nadie vea sino algo que nos ofrezca la posibilidad de volver a juntarnos y hablar”, explica Busto.

De hecho, en 2019 las fotografías traspasaron las paredes del centro sociocultural de Coronación para organizar una exposición. Consistía en una gran mesa con un flexo y una lupa. Sobre ella, decenas de fotografías con un pequeño extracto de los testimonios en el reverso. La exposición rotó por diferentes centros socioculturales, pero el impulsor del proyecto cree que se podría llegar a más lugares: “Me gusta la idea de que estas imágenes puedan estar en los centros de salud, que mientras esperamos al médico podamos curiosearlas. También pienso que se pueden llevar a colegios para tratar temas históricos y generar debates”.
El deseo de David es poder trabajar en la difusión de estos fondos y crear un archivo web abierto: “Me encantaría que el material saliera a buscar a la ciudadanía. Crear una web donde ver, conocer y consultar todo este registro, además de poder crear más exposiciones y libros. Es un material muy valioso que vale la pena aprovechar, tanto social como culturalmente”.

Por el momento, parte de estas historias se pueden conocer en Radio Vitoria, en el espacio ‘La foto sonora’ del programa La Fiaca. Aquí, David recupera estos testimonios, los comenta, contextualiza y da a conocer el taller. De esta manera intenta también animar a otras personas mayores a participar en el proyecto. “Es difícil que la gente se abra. Hay que hacer una tarea muy menuda de buscar personas a las que les guste compartir. Quienes han vivido muy intensamente tienen una capacidad de trasmitir muy intensa, pero a veces una gran historia también es un simple silencio. La literatura oral es algo que duerme en cada uno de nosotros”, afirma el periodista.