El Taller de Artes Escénicas de Álava, más conocido por sus siglas TAE, se encuentra ubicado en la calle Reyes Católicos de la capital. Sus puertas no pasan desapercibidas, grandes cristales sobre los que el metal pintado en diferentes colores dibuja una gran casa, con sus ventanas y tejado. Y es que TAE lleva siendo la casa, el hogar, de los cientos de personas, niñas, niños, jóvenes y adultos, que en sus más de 40 años de historia han encontrado allí un espacio seguro donde poder expresarse, sentirse libre y crear.
Nos abren las puertas dos de los profesores de la casa, Gontzal Uribe y Gentzane Martínez de Cestafe, junto a Emma Toledo y Hugo Calderón, actriz y actor en ciernes y alumnos de Gontzal.
Para todas las edades
El TAE ofrece cursos de artes escénicas para todas las edades. Desde los tres años hasta los dieciocho son diferentes las actividades que pueden desarrollarse allí; para mayores de dieciocho son dos las modalidades principales que podemos encontrar. Por una parte, está el curso de iniciación donde se introduce a los alumnos y alumnas en los conceptos de las artes escénicas, desde la voz hasta el juego dramático o el teatro físico. Y, por otra parte, la formación enfocada a la pre-profesionalización de aquellas personas que encuentren en el teatro un posible medio de vida. En esta formación adquieren los conocimientos que un actor y actriz debe tener sobre canto, interpretación, juego dramático, teatro físico y voz. Es decir, «todos los aspectos y conocimientos de un actor y actriz profesional», explica Gentzane. Cada clase está adaptada a la edad del grupo. Con los niños y niñas, por ejemplo, el objetivo primordial es que se diviertan. Por ello, a pesar de utilizar algunas claves de expresión o algún juego dramático, incluso también dejando espacio para la creación, la mirada está puesta en el disfrute. A medida que la edad avanza, aún sin perder la idea del placer por la propia expresión teatral, el objetivo adquiere otro sentido y se centra más en la búsqueda de herramientas y adquisición de conocimientos para esa creación.
Libertad creativa
Gontzal y Gentzane, ambos profesores de la escuela, explican como en el TAE cada profesor y profesora tiene su propio método, dándoles a ellos como profesionales la oportunidad de investigar y de buscar su forma de llevar a cabo la pedagogía. Gentzane, influenciada por sus años de formación en la escuela de Lecoq, orienta sus clases hacia el teatro físico desde la creación de grupo y en grupo, e intenta introducir en sus clases pinceladas del clown, el melodrama o el teatro gestual. Coincide con Gontzal en el interés por potencia la capacidad creativa de sus alumnos y alumnas, algo en lo que ambos profesionales invierten gran parte de sus horas lectivas. A través de una posición de formulación de preguntas, más que de dar respuestas, invitan a las personas que están aprendiendo a investigar y explorar sus capacidades creativas desde las diferentes técnicas de la interpretación y de las artes escénicas, potenciando al máximo el poder de creación individual y colectivo.
Una creación libre, sin juicios ni opiniones, así lo viven Hugo y Emma como parte del alumnado de la escuela. No se esconden al decir que de pequeños la escenificación les podía parecer más sencilla, pues no tenían la consciencia que tienen ahora de la vergüenza, pero se sienten afortunados de poder compartir este espacio con compañeros, compañeras y profesorado que les empuja a explorar nuevas formas de expresión sin miedo al juicio.
Ser visto desde fuera
A medida que crecemos, nuestras percepciones cambian y adquirimos consciencia sobre ser visto desde fuera, del sentido de la vergüenza o del pudor, que cuando somos pequeños desconocemos. No saltamos en la cama ni nos tomamos el juego del teatro como lo que es, un juego. En ese momento es importante abrazar el niño que llevamos dentro, y saltar, reír y jugar sin importar quién nos está viendo. «Sobre todo en la adolescencia, que es cuando de repente tomas consciencia de que te están viendo desde fuera, es cuando notas un gran cambio en el alumnado», cuenta Gentzane. Con las personas adultas ocurre lo mismo, «pero es un periodo; con ejercicios, paciencia y predisposición llegan a ser capaces de abrazar a ese niño que llevan dentro y a disfrutar del teatro, del juego dramático y de otras formas de expresión desde la absoluta libertad».
Así lo vivió Emma en su primer año en el TAE que, a pesar de la vergüenza de los primeros días sin conocer a nadie y con tan solo un año de clases de teatro en un centro cívico, llegó al TAE pisando fuerte, tanto que «el año pasado fue mi primer año aquí y fui la protagonista de la obra, y salí en absolutamente todas las escenas» cuenta con una sonrisa en la cara. Eso sí, no duda en alabar a su profesor Gontzal, a quien atribuye haber conseguido sacar lo mejor de ella, de acompañarle, ayudarle y a darle las herramientas que necesitaba para hacer una buena interpretación: «es muy buen profesor».
Tanto Gontzal como Gentzane, intentan enseñar y acompañar a sus alumnos y alumnas desde su propia experiencia y aprendizajes. Ya que, además de profesores del TAE, son actor, actriz y creadores natos. Por una parte, Gontzal acaba de crear una compañía en Vitoria junto con la también profesora de la escuela Jone Bengoa, MAKUR Antzerkia, y se mueve con dos de sus creaciones propias: “Udaberri Azidoa” y “Prospectus Vitae”. Mientras tanto Gentzane dirige “Sehaska-kanta gorriari” obra de teatro de su compañía Arta Kolektibo, y sigue formándose en Teatro Social con La Rueda teatro en la escuela “La Dínamo”.
La vida en la escuela
Gentzane se subió al escenario del TAE con tan solo seis años y desde entonces vive «completamente enamorada de estar en un escenario», tras años en la escuela se fue a formar como actriz a Madrid y ahora, de vuelta a sus raíces, es profesora de la escuela que la vio crecer. Lo que más le está costando es adaptarse a la energía de los jóvenes cuenta entre risas, pero se siente privilegiada de poder volver a casa y tener un espacio como el TAE. «Una escuela con escenario, focos, cajas…¡Un escenario! ¿Cuántas escuelas tienen un escenario? Y nosotros, yo, me pude subir por primera vez a un escenario con seis años. Eso es un privilegio. Poder actuar delante de gente, incluso con seis años, es un privilegio».
En su caso lleva literalmente una vida sobre un escenario, donde ha aprendido a quedarse en blanco, a querer que se la tragara la tierra, a salir airosa, a disfrutar y a vivir. Por su parte, Hugo, con apenas diecisiete años, suma once años en la escuela, más de media vida. Allí ha podido desarrollar su pasión por la actuación y por la improvisación, además de «conocer a gente maravillosa y explotar mis habilidades sociales».
Respeto, confianza y admiración
Para Gontzal el trabajo en la escuela es algo más que trabajo, es donde invierte sus energías, y nunca mejor dicho, porque «trabajar con adolescentes te chupa la energía» se ríe junto a Emma y Hugo. Como dice él, «sí, es trabajo, pero también tiene una parte de placer y que me conecta con cosas que me gustan». En sus clases trabaja con las emociones, el sentido del ridículo y cosas muy personales que implican una conexión con sus alumnos y alumnas muy personal. Lejos queda de los estándares tradicionales de profesor y alumno donde el profesor ejerce esa figura de autoridad sobre quienes atienden sus clases, en el TAE se crean relaciones personales basadas en el apoyo y el respeto mutuo. Tanto es así que Hugo y Emma confiesan que Gontzal es para ellos un referente, y es a quien primero acuden cuando tienen una idea, quieren aprender algo nuevo o necesitan una solución para resolver un reto escénico que se les plantea. Respetan su figura, conocimientos y experiencias desde la admiración y el deseo por aprender.
En el TAE profesorado y alumnado comparten espacio, experiencias y conocimientos desde ese bonito mundo que habitan, el teatro, resultando inevitable la creación de vínculos entre ellos.
Un vínculo que también son capaces de establecer con el resto de sus compañeros y compañeras, pues la escuela es ese espacio donde trabajan sus emociones y se abren canal delante de ese grupo con el comparten sus semanas, por lo que es inevitable que entre sus integrantes rezume respeto y confianza, donde todas las personas que conforman el grupo se sientan a gusto y quieran ir a clase.
«Creo que encontrar una actividad que te haga olvidar todo lo malo durante un ratito es esencial en la vida, y, para mí, eso es el teatro» dice Emma. A lo que Hugo se suma y cierra la entrevista con la esencia que lleva sobrevolando el escenario del TAE desde que nos han abierto sus puertas: «para mí el teatro es un lugar donde ser yo mismo.»
