CREADORAS«La fantasía nos permite imaginar una vida distinta»

«La fantasía nos permite imaginar una vida distinta»

Styles Osunde es ilustrador, músico y videógrafo. Nació en Nigeria y vive en Vitoria-Gasteiz desde 2016. Su universo artístico se alimenta de la mitología africana, la infancia y la fantasía como territorios para la resistencia. En esta entrevista nos habla de su trayectoria autodidacta, su mundo imaginario Bako y la reivindicación de una juventud africana creativa y diversa.

Fotografías: Isabel González Ortiz de Urbina.

Llevas casi diez años en Vitoria-Gasteiz. ¿Cómo ha influido la ciudad en tu trayectoria como artista?
En Murcia, donde viví antes, era casi imposible estudiar arte. Había muy pocas oportunidades. Cuando llegué a Vitoria, noté una diferencia enorme. Aquí sentí por primera vez apoyo al arte, conocí a más artistas y pude empezar a formarme en serio. Fue algo casi mágico.

Dices que eres autodidacta. ¿Cómo has desarrollado tu aprendizaje?
Desde el principio supe que no podría seguir una ruta académica convencional, así que me uní a foros online con gente en situaciones parecidas. Compartíamos nuestros trabajos, los criticábamos entre nosotros… Eso me ayudó muchísimo. La crítica ha sido una herramienta fundamental: siempre intento analizar lo que hago, entender qué funciona, qué no, y cómo mejorarlo.

¿Qué te atrae tanto de la fantasía?
La fantasía fue mi refugio en una infancia difícil. Crear mundos imaginarios era una forma de escapar. Pero también me di cuenta de que la fantasía es una herramienta poderosa para expandir la imaginación, imaginar vidas distintas, romper con lo que nos dicen que es posible. Y eso es algo que intento cultivar y compartir.

Has creado tu propio mundo fantástico, llamado Bako. ¿Qué encontramos allí?
Bako es un mundo inspirado en la mitología africana y protagonizado por personas africanas y afrodescendientes. Me cansé de ver que incluso en la fantasía, las personas negras solo aparecemos como víctimas del colonialismo o del dolor. En Bako, somos felices, vivimos aventuras, tenemos historias propias. También es un espacio para personajes LGTB, que en África siguen siendo invisibilizados. Quiero mostrar que todo esto también forma parte de nuestras culturas.

Has mencionado que la fantasía africana está llena de historias por contar. ¿Tienes alguna figura mitológica favorita?
Me fascinan los orishas, que vienen de África Occidental y que también están presentes en Latinoamérica, por ejemplo en la santería. Me gusta que no sean dioses inalcanzables, sino figuras humanas que han alcanzado ese estatus. Shangó, el dios del trueno, es uno de mis favoritos. Hay cientos de orishas que aún no tienen representación visual, y es algo que me gustaría desarrollar con calma, con mucha investigación detrás.

Tus ilustraciones tienen una paleta de colores muy reconocible. ¿Cómo eliges los colores?
Me interesa mucho la psicología del color. Suelo elegir colores que no se ven tanto en la naturaleza, como forma de captar la atención. Desde hace años pinto sobre todo a personas negras, de manera intencionada. La fantasía ha ignorado nuestra presencia, y quiero cambiar eso. Los colores que uso están pensados para resaltar la belleza de las pieles oscuras y jugar con los tonos, como si fuera un pequeño rompecabezas visual.

¿Qué obstáculos has encontrado a la hora de representar personajes negros en el ámbito de la fantasía?
He recibido comentarios como: “Nuestra historia es de estilo tolkieniano, y tu ilustración no encaja”. Pero nadie te dice abiertamente que el problema es que has pintado a una persona negra. Es absurdo: aceptamos dragones, orcos y mundos inventados, pero no aceptamos cuerpos negros en esos mundos. Por eso decidí crear el cambio que quiero ver. Quiero demostrar que la fantasía también puede hablarnos desde otros cuerpos, otras voces.

¿Qué lugar ocupa la nostalgia en tu obra?
La nostalgia está muy presente. Aunque llevo 20 años en España, mi infancia fue africana, y al crear siempre vuelvo a esas sensaciones. Es una forma de reconectar, pero también de rescatar saberes, mitologías, formas de estar en el mundo que han sido silenciadas.

¿Cómo te gustaría que viésemos a la juventud africana?
A menudo se nos representa desde la pobreza o el sufrimiento. Pero esa no es mi experiencia. Yo he conocido a jóvenes africanos felices, creativos, con ganas de vivir. Estamos en un momento en que hay más posibilidades para crear y expresarse, y quiero mostrar esa vitalidad, romper con los clichés.

También trabajas como videógrafo y haces música. ¿Cómo se conectan esas disciplinas con tu obra visual?
Para mí, todo está conectado. Empecé en el arte queriendo hacer películas, como mi padre, que era cineasta en Nigeria. La videografía me atrae porque es ilustración en movimiento. Y la música es mi refugio personal: toco instrumentos africanos, creo composiciones como si fueran bandas sonoras para mis mundos imaginarios. Aunque no lo monetizo, la música me ayuda a entrar en el estado mental adecuado para crear.

Has trabajado con editoriales internacionales y también en proyectos locales. ¿Qué diferencias encuentras entre ambos contextos?
Mi objetivo siempre ha sido trabajar con clientes internacionales, porque en España es muy difícil vivir del arte. Muchos me han encontrado por redes, pero a menudo soy yo quien escribe directamente, les mando mi portfolio. Aun así, en los últimos años he podido colaborar con iniciativas de Vitoria como Afrikaldia o Montehermoso, y eso me ha dado mucha ilusión. Ver mi trabajo en mi propia ciudad tiene un valor especial.

¿Cómo es tu espacio de trabajo?
Trabajo en casa, en una mesa enorme que hice con una encimera de cocina. Tiene dos partes: una para el trabajo tradicional, con pinceles, acuarelas… y otra con ordenador y pantalla para lo digital. Todo lo he conseguido poco a poco, porque cuando llegué aquí no tenía nada. Cada cosa en mi estudio es una conquista.

¿Tienes una rutina de trabajo?
No mucho. Me muevo por impulsos, y eso afecta incluso a mis horarios de sueño. Pero con el tiempo he aprendido a ponerme límites, a reservarme días sin crear, para cuidar mi salud mental. Al principio era todo caos y esfuerzo constante. Ahora intento equilibrar más.

¿Cómo te imaginas dentro de veinte años?
Espero seguir haciendo lo mismo: ilustrar, crear mundos, quizás hacer cine. Pero trabajando menos y ganando más (risas). Y, ojalá, seguir viviendo en Vitoria.

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