Kolectivo Monstrenko nació en 2009 de la mano de cuatro amigos gasteiztarras que se reunían en una lonja juvenil a ensayar obras de teatro. En 2010 se constituyeron como asociación cultural y se instalaron en la calle Cubo. La Sala Monstrenka es hoy en día un punto de encuentro de las artes escénicas en la provincia de Álava.
Desde entonces han coordinado de forma activa multitud de proyectos y espectáculos como “Tenemos que hablar”, “La Pared”, “Antonio Remachado”, “Entre Lombrices” o “Athra Silex”. Además, desde hace diez años organizan las Jornadas Monstrenkas, un programa con diferentes espectáculos que se celebra a finales de cada año.
Go Gasteiz Kultura ha hablado con Txubio Fernández de Jáuregui, Jasón Guerra y Javier Fernández sobre este proyecto.
¿Cómo fueron los inicios de Kolectivo Monstrenko?
A finales de 2009 comenzamos a juntarnos para ensayar en la lonja del hermano pequeño de Jasón. Creamos una pieza corta y pedimos permiso a los chavales para hacer un par de pases y presentarla al público. Lo que iba a durar dos días, se alargó durante todas las Navidades y terminamos realizando 15 funciones. La gente pagaba la voluntad a la salida del espectáculo. A raíz de eso, nos surgió la oportunidad de venir a este local de la calle Cubo y en homenaje a esos primeros pases, organizamos las Jornadas Monstrenkas, que ya llevan 10 años celebrándose.
¿En qué momento pasáis de ser un grupo de amigos a formaros como colectivo?
A principios de 2010 ya necesitábamos una entidad jurídica y creamos una asociación cultural para mover esa primera pieza e intentar ganar así un poco de dinero para poder sobrevivir.
Pero actualmente cada uno tiene su trabajo, ajeno a la compañía…
Sí. Con el tiempo nos dimos cuenta de que preferíamos que las actividades no tuvieran afán recaudatorio, y hoy en día ninguno de nosotros depende de este trabajo para sobrevivir. De hecho, rara vez cobramos algo. Eso hace que la compañía se pueda mantener y no te obliga a estar dentro del mercado, te da libertad. Al final, cuando necesitas dinero, acabas haciendo cosas para instituciones que ni quieres ni te apetece, y no queremos tener obligaciones con nadie.
Las obras que interpretáis las producís vosotros mismos. ¿Cómo es ese proceso creativo y cómo afrontáis los gastos que conlleva?
Para empezar con una nueva obra hay que tener tiempo y ganas. Montar una nueva pieza es darnos un lujo, darnos un tiempo para hacer algo que nos gusta. Solemos dedicarle un par de meses, ya que nos juntamos cuando podemos. Últimamente, las Jornadas Monstrenkas son la excusa perfecta para lanzarnos y probar cosas nuevas. También aprovechamos algún encargo concreto o alguna convocatoria de ayudas que lanzan las instituciones.
El trabajo de creación lo hacemos gratis e intentamos que el espectáculo no sea caro, trabajamos con lo que hay. Como no tenemos la obligación de que las obras sean comerciales, podemos probar diferentes cosas. Al final, el mercado tiene unas reglas y si tu producto no es apto para un encuadre concreto, no entras. Cualquier otra productora pequeña invierte mucho más tiempo y dinero en el trabajo de oficina y distribución que en el resto. Nosotros esto lo tenemos totalmente descuidado, no tenemos canales de distribución ni nadie en oficina vendiendo un producto. La energía que tenemos la dedicamos a hacer las cosas más creativas que podemos.
La sala es un espacio muy pequeño en el que espectadores y actores están muy cerca unos de otros. ¿Qué tiene este formato que tanto os gusta y qué aporta?
Los espacios pequeños son los embriones de la cultura. Lo pequeño, siempre que no sea individual, ofrece una resistencia lógica y necesaria a la acumulacion de poder y de dinero. Eso es muy interesante, ya que el crecimiento por sí mismo no es un valor.
Por otra parte, el hecho de que tú puedas sentir la presencia del público siempre juega a favor de la actuación y adquiere más sentido. Quizá la gente sí que sufre un poco esa cercanía, porque si están muy cerca a veces se comen el espectáculo y necesitan distancia para verlo todo en conjunto, pero todo eso se salva por el entusiasmo que genera el lugar. Siempre está bien encontrar un sitio donde pasan cosas pero que sirve también para estar juntos, para charlar y compartir. Además, llegamos a gente que de otra manera no iría al teatro.
¿El público que viene aquí es diferente al que puede acudir al Teatro Principal?
Quien viene aquí no iría nunca al Principal. Son dos experiencias completamente diferentes para el público; en el Principal hay distancia por disposición arquitectónica y por el contenido social del acto; aquí, en cambio, todo es muy cercano.
Lleváis celebrando las jornadas Monstrenkas 10 años. ¿Qué son y cuál ha sido la respuesta de las compañías y del público a lo largo de todos estos años?
Las jornadas son un programa de espectáculos que celebramos a finales de cada año. Empezaron como un llamamiento al monstrenquismo mundial. Al principio siempre actuábamos nosotros o venían amigos porque no teníamos dinero. Pero estos últimos cinco años hemos recibido una pequeña partida que nos permite pagar la mitad del caché. Hay muchas compañías que están deseando venir aquí a actuar y la respuesta del público siempre ha sido brutal, no hacemos nada de publicidad y la gente se entera, es todo como muy rollo underground.
Jasón además es el encargado de impartir varios talleres que ofrecéis desde la sala. ¿A quienes están dirigidos y qué tipo de talleres son?
Impartimos un par de talleres: uno de iniciación, que está dirigido a gente que no sabe nada de teatro, y el otro tiene como objetivo crear pequeñas piezas para fin de trimestre. Sirven también como un laboratorio de investigación para nosotros. Los grupos son muy ricos y dispares, acuden desde chavales de 18 años hasta señores de 60. Poder experimentar con grupos tan grandes es genial y no todas las compañías tienen la suerte de poder hacerlo.
En vuestro caso, la compañía de teatro no es vuestra fuente de ingresos principal pero, ¿creeis que si el Estatuto del Artista fuera una realidad, podríais dedicaros al teatro por completo?
El Estatuto del Artista es muy necesario porque estamos totalmente desprotegidos. Últimamente los contratos que nos hacen son ya en régimen general, por lo que es casi imposible juntar días para tener posteriormente derecho a paro. Txubio tenía que ir a Suiza en noviembre junto a una compañía de Irún y por cuestiones sanitarias, cerraron el teatro. Les pagaron una indemnización, aquí eso es impensable. Estamos con el culo al aire. Se necesita protección y dignificar el sector.
¿Es difícil vivir del teatro en Vitoria?
Sí, para poder vivir de ello dependes completamente de las instituciones y eso te esclaviza mucho. Por esa razón nosotros decidimos descolgarnos. Nuestro carácter es así, no se trata de purismo.