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¿Por qué un camión en mitad de la calle, música de fondo, un sofá y en pijama?

Rubén Castillejo es socio fundador de Cocina de Guerrilla y, junto a Alejandra Bueno, integra la plataforma Guerrilla Food Sound System. Dos organizaciones que toman el arte como herramienta para la transformación social y la calle como espacio de acción

«El lema de Guerrilla Food Sound System es creación artística y activismo cultural a pie de calle». Con esta consigna, Rubén Castillejo, miembro de la plataforma, y socio fundador de Cocina de Guerrilla, resume los tres principales aspectos que se conjugan en sus iniciativas: arte y cultura, activismo político y espacio público. Castillejo desempeña funciones de productor cultural, responsabilizándose de la gestión y desarrollo de las actividades y programas que impulsan desde este colectivo formado en 2014 junto a Alejandra Bueno. Hace pocos meses, han terminado la customización de un sistema móvil autónomo, el Guerrilla Truck, concebido para la realización de actividades en la calle.

Rubén Castillejo en el Camión Guerrilla / Yone Estivariz

Un origen entre fogones

Para entender lo que es hoy en día Guerrilla Food Sound System hay que remontarse a 2011, cuando Rubén Castillejo y Nacho Oscoz pusieron en marcha, tras cursar juntos el Máster de Gestión e Innovación de Restaurantes en el Basque Culinary Center, el colectivo Cocina de Guerrilla: «lo que buscábamos era enfocar la alta cocina desde la promoción de la soberanía alimentaria como garantía de los derechos alimentarios y humanos» explica Castillejo. Los ejes sobre los que han abordado su práctica a lo largo de los años han sido educación, arte y cultura, y cooperación, siempre desde un marcado carácter político y activista. Si bien durante sus primeros años de actividad la cocina siempre actuó como eje central, afirma Castillejo que «nos sentíamos un poco esclavos de ese espectro y nunca llegábamos a salir de allí». Con el tiempo, explica, «empezamos a darnos cuenta de que lo que hacíamos tenía algo de artístico». Realizaron algunos de sus primeros acercamientos a la práctica creativa junto a Conexiones Improbables y la Asamblea Amárica: «poco a poco, casi sin saberlo, nos fue saliendo la vena artística hasta que en un momento dado dijimos ¡nosotros también podemos crear!», recuerda.

Los orígenes de este proyecto se remontan a 2011 con el nacimiento de Cocina de Guerrilla /  Yone Estivariz

Pocos años después, en 2014, nace la plataforma de producción y difusión cultural con perspectiva social Guerrilla Food Sound System: «en ese momento, Cocina de Guerrilla era ya capaz de aportar cierta financiación a los proyectos, y decidimos crear una plataforma que nos permitiera replicar y ampliar el binomio derechos humanos-gastronomía a otras disciplinas artísticas y a otros derechos y libertades». Si bien de inicio la iniciativa aspiraba a constituirse como una red de organizaciones que colaboraran entre sí en la puesta en marcha de proyectos autónomos, la idea no cuajó y decidieron apostar por la creación de un grupo motor que gestionara la plataforma.

Actualmente, Cocina de Guerrilla y Guerrilla Food Sound System cooperan de forma habitual en el desarrollo de diferentes iniciativas. La primera más vinculada a la cocina y la segunda impulsando otro tipo de producciones donde esta no adquiere el peso central: «una es la raíz y la otra tiene un poco más de campo de acción», explica Castillejo.

La calle como espacio de creación cultural y artística

«Cuando surgió la idea de la plataforma jamás pensamos en tener un espacio. Habíamos cerrado un restaurante en Gasteiz y dijimos que nunca más. Lo que íbamos a hacer era ocupar la calle y hacer del espacio público un lugar más participativo. Defendemos la idea de que la calle, que es el único espacio cien por cien abierto, público y gratuito, se utilice para otras cosas que no sea transitar» explica Castillejo. 

Acción Kaleak hARTu! en la plaza de la Virgen Blanca, 2017 / Cedida

Guerrilla Food Sound System propone con sus acciones tomar el espacio público y convertirlo en un centro de creación contemporánea participativo y abierto a públicos no tradicionales del ámbito del arte. Una forma, también, de romper con la concepción clásica del espacio cultural ligado a una infraestructura. «Cuando hablamos de intervenir en el espacio público nos estamos dirigiendo a un público no específico» explica Castillejo. Para ello, construyen espacios y acciones abiertas que den pie a que las personas que transitan en la calle puedan sentirse apeladas e invitadas a construir. Defienden con sus propuestas que el sujeto principal de la actividad sea el público, y trabajan por convertirlo en un agente activo al que se le permita tomar parte «aún siendo inexperto o sin tener una formación previa». En este sentido, algunas de sus iniciativas han abierto, literalmente, el micrófono a la ciudadanía en plazas y calles de diferentes pueblos y ciudades del Estado, Europa y Latinoamérica «promovemos la conversación y también la escucha». Este planteamiento de trabajo les ha brindado la oportunidad de participar en programas de mediación artística como por ejemplo Imagina Madrid, programa de arte público y comunitario, coordinado por Intermediae Matadero. 

Otras producciones propias que han llevado a cabo son Elk.ArtEkintza, un programa de colaboraciones artísticas que parte de la hibridación disciplinar: «cada intervención tenía un artista invitado que elegía un lugar y una temática. Por ejemplo, en la Plaza de Jacinto Benavente de Madrid hicimos “Entre rejas y fogones”, junto al artista italiano Matteo Guidi, en torno al tema de las personas en privación de libertad, o en frente del Reina Sofía hicimos otra acción que se llamaba “Muévete y baila” vinculada a la danza contemporánea. En Vitoria-Gasteiz, durante un par de años, pusimos en marcha “Kaleak hARTu!” que eran acciones artísticas de carácter más multidisciplinar”, recuerda. «Uno de los aspectos centrales de nuestra actividad en el espacio público es el momento efímero que se genera», afirma Castillejo. Otro de los proyectos destacados que impulsa, desde 2016, Guerrilla Food Sound System es Fem Tour Truck, un festival internacional e itinerante de video-arte feminista de carácter bienal, dirigido por Alejandra Bueno, en el que performance, audiovisual y talleres visitan ciudades y pueblos de la Península Ibérica y Latinoamérica.

 En Guerrilla Food Sound System no se consideran programadores culturales al uso: «nuestro objetivo no es la exhibición pura, lo que hacemos es trabajar con artistas a quienes proponemos activar tanto el espacio público como a las personas que pasan por él». De esta forma, conciben al artista como “una chispa”, como activador de ciudadanía, no como eje del espectáculo o la creación en sí. «Esto es un reto para muchos artistas acostumbrados/as a trabajar para un público específico en espacios de cultura tradicionales. Al trasladar la actividad a la Virgen Blanca o a la Puerta del Sol, vives lo que es la sociedad en esencia». ¿Y cómo es la respuesta de la calle? «Tenemos el ideal, yo al menos, de que la sociedad es feminista, ecologista, no es racista, es amable… pero en la calle le tomas otro pulso y por supuesto que hemos tenido gente que nos ha increpado… no a todo el mundo le gusta lo que hacemos. Pero hay mucha gente a la que realmente le sorprende el planteamiento y que se anima a participar porque nosotras tiramos una lanza y hay mucha gente que la recoge. La respuesta generalmente es positiva», explica.

Afirman cuestionarse permanentemente su motivo de creación: ¿Por qué hacer lo que se hace? ¿Por qué poner un camión en mitad de la calle, con música de fondo, un sofá y vestidos en pijama para preguntar a la gente qué opina de su ciudad? Ante este tipo de cuestiones aseguran que sus iniciativas persiguen una finalidad política: «vemos que ciertos modelos de acción están medio agotados, nos hemos acostumbrado a ellos… Pensamos que para revertir esto las prácticas artísticas pueden dar un nuevo juego, enganchar con las personas y hacer acción social, pero de forma más fresca. Nuestra política y motivo para la creación es este intento de activar la participación» asegura. Explican que la activación de sus propuestas requiere de mucha flexibilidad a la respuesta de las personas, y las abordan desde la idea de “invitación a la ciudadanía”: «no vamos a la calle para estar una hora, vamos para estar seis u ocho horas… en este tiempo hay un componente alto de improvisación, y la flexibilidad es importante si lo que buscamos es que las acciones sean realmente participativas. No podemos llevar todo escalado, eso no da juego».

Camión Guerrilla: el espacio móvil

Cuentan que la idea del camión surgió, en un inicio, por un tema pragmático: «no dábamos abasto para movilizar toda nuestra infraestructura con una furgoneta, entonces decidimos comprar un camión para poder moverla. Más adelante, ya cuando empezamos con Elk.ArtEkintza, nos dimos cuenta que, de cara a facilitar la actividad y los tiempos de montaje y desmontaje, debíamos buscar una solución que nos diera mayor agilidad. ¿Por qué hemos instalado todo en el camión? Porque queremos llegar al sitio y estar rodando en en el menor tiempo posible», cuenta Castillejo.

Si bien con Elk.ArtEkintza el camión se utilizaba aún sin customizar, es a partir de la puesta en marcha del proyecto Fem Tour Truck que dejó de ser un mero vehículo de carga para pasar a configurarse como un dispositivo móvil que construía la escena. En consecuencia, con el tiempo, empezó a surgir la necesidad de optimizarlo y equiparlo.

Día y noche del camión de Guerrilla / Yone Estivariz y Cedidas

El proceso para su customización ha sido largo: «si eres ingeniero/a sabes cómo hacerlo, pero si lo que haces es imaginar aprendes sobre la marcha. Teníamos diseños y un montón de papeles con dibujos, nos metíamos en el camión y marcábamos por dentro con cinta de carrocero lo que imaginábamos», recuerda Castillejo. Para la puesta a punto han trabajado junto a personas y empresas de perfiles variados, desde electromecánicos/as a pintores/as, que han ayudado a materializar trabajos de madera y aluminio, marquetería de ventanas o de instalación eléctrica y de sonido: «al inicio trabajamos con carroceros de camiones, pero había ciertas cosas más específicas que no éramos capaces de formalizar… hasta que dimos con una gente de aquí que trabaja en escenografía. Tuvimos la suerte de que entendieron el proyecto, y además tenían un perfil técnico que nos permitió delegar mucho el trabajo. Por ejemplo, con el tema del sonido, tanta potencia emite mucha vibración, por lo que había que colocar aislantes, trabajar con determinadas maderas…en esto nos ayudó mucho su experiencia», explica.

 Proceso de customización del camión / Cedida

El camión ha terminado de materializarse hace unos tres meses y cuenta con un sistema de sonido formado por dos torres de unos 9000W, subgraves y seis PA’s; sistema de microfonía y de iluminación parecido al que puede tener, en versión reducida una sala de teatro, un sistema de proyección que se puede proyectar hacia los paneles del camión o hacia el exterior y una pantalla de cine, además de un habitáculo preparado para poder habitar en él. 

Afirma Castillejo que «lo que aporta el camión es un plus de comodidad, de estética y de funcionalidad…. Pero para nosotras tampoco es lo más importante. Desde una perspectiva social, uno de los motivos de apostar por este sistema móvil es que nos permite llegar de forma más ágil a lugares y personas a las que el arte no llega de forma habitual». Añade que «nos ilusiona, de lo que tenemos ahora, que en cierta manera podemos regalarlo, nos permite trabajar a ciertos niveles con mayor profesionalidad y eficiencia técnica, y esta agilidad también es muy interesante en el aspecto social que comentaba porque nos permite también llegar a colectivos con menos recursos» explica.  El camión se convierte, de esta forma, en contenedor y contenido.

Tras la customización el camión incorpora la infraestructura técnica / Yone Estivariz

Afirman que lo más complejo de organizar acciones en el espacio público no son las horas de trabajo, sino la burocracia: fichas técnicas, papeles del vehículo, seguros de responsabilidad civil, dimensiones del camión en relación a espacios, regulación de sonido, lo que conlleva pedir servicios especiales, solicitar el apagado de iluminación pública si vas a hacer proyecciones… Son solo algunos de los trámites que se deben hacer y que, por experiencia, dicen, en algunas ciudades es más sencillo que en otras: «el uso del espacio público a veces se limita a eventos de ciudad o a actividades que produzcan un rendimiento económico o turístico. Y eso se nota en las dificultades con las que a veces nos encontramos, que no son solo administrativas, muchas veces también políticas. Parte de nuestro activismo en este sentido se basa en buscar las vías que permitan abrir y agilizar este uso del espacio público».

Con vistas a un futuro cercano afirma que «ahora lo que nos toca es trabajar el camión, hay que amortizarlo un poco porque es una gran inversión. Por el momento vamos a trabajar en el contexto más cercano que sería España, Portugal y Francia, y poco a poco iremos intentando ampliar el radio de acción para que, en un futuro, pueda llegar más lejos».

El Camión Guerrilla se moverá por diferentes ciudades y pueblos de aquí en adelante / Yone Estivariz

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