Oñatiense avitorianado, poeta y traductor. Cuatro palabras ha necesitado Gerardo Markuleta Gutiérrez para presentarse.
De padre euskaldun y madre castellano parlante, tras perder el euskera con 5-7 años, lo recuperó a los 18-20 años, y cuando vio que podía desenvolverse en su idioma paterno, lo recuperó para hacer literatura en euskera. Hasta hoy, convirtiéndose en uno de los pocos que traduce libros en euskera al castellano.
Ser seleccionado en el concurso de traducción de la colección de Literatura Unibertsala para traducir Oktaedro de Julio Cortázar (Ibaizabal, 1992) fue su primer trabajo como traductor y, desde entonces, tanto joven como adulto, podemos encontrar el apellido Markuleta como traductor de decenas de libros.
Ha realizado numerosas traducciones literarias del francés, catalán, gallego y castellano al euskera. Y también ha formado parte, como colaborador, de la Junta Directiva de la Asociación de Traductores, Correctores e Intérpretes de Lengua Vasca (EIZIE) participando en la comisión que organizaba los cursos y, en sus inicios, formando parte de la comisión responsable de seleccionar las obras de la colección Literatura Unibertsala.
Primeros pasos en la traducción. ¿Qué formación recibiste para dedicarte a la que es hoy tu profesión, la traducción literaria?
Primero estudié Filología Hispánica y luego Filología Vasca. No tengo estudios propios de traducción. Tengo una edad, y en mi época no estaba el Grado de Traducción e Interpretación que se cursa ahora. En nuestra época existía una licenciatura en Granada, por ejemplo, pero, claro, ni oír hablar de euskera. He recibido cursos e, incluso, los he impartido. Pero es la práctica la que realmente te enseña y para esta no hay escuela. Además, aquí, si nada ha cambiado, los jóvenes salen del Grado de Traducción e Interpretación sin haber estudiado literatura. Eso es algo que me sorprende mucho. Aunque no es la mayor opción de trabajo, sí que hay trabajo, y si queremos dar otro significado a la profesión, habría que empezar por enseñar literatura en el propio grado, y dando otro color y gusto a nuestra profesión, a la traducción literaria. Por otro lado, si alguien tiene afición literaria, en la revista SENEZ, que edita la asociación EIZIE, puede encontrar diferentes opciones de formación y artículos muy interesantes. Sin duda, es una buena vía para conocer y aprender la profesión.
¿Cuándo y cómo le llegó tu primer encargo?
Como en cualquier trabajo, terminas los estudios y quieres entrar en un campo especializado, pero es muy difícil. En mi caso, mi primera práctica fue traduciendo mis propios poemas al euskera. No obstante, yo tuve mucha suerte, porque fui seleccionado en el concurso de Literatura Unibertsala, la colección de traducciones promovida por EIZIE. Traduje al euskera un cuento de Julio Cortázar. Al concurso se presenta una muestra de traducción y el jurado premia la mejor muestra con el encargo de traducir el libro completo. Y esa fue la forma en que conseguí mi primer encargo profesional. En este concurso de traducción puede participar cualquiera. Tanto el traductor profesional como el recién iniciado, no exigen experiencia ni currículum. La única condición es presentar una buena muestra. Así que para muchas personas que quieren dedicarse a la traducción, esta es su vía de entrada. Eso sí, hay que confiar en uno mismo. A lo mejor te dan 6 meses para preparar la muestra y, aunque no se presenta una multitud de gente, para que tu muestra sea elegida tiene que estar muy bien traducida.
Confianza sí, pero también algunos conocimientos, cualquiera no puede dedicarse a la traducción literaria, tiene sus peculiaridades. Para hacer una buena traducción, ¿qué conocimientos tienes que tener?
Qué conocimientos, eso sí que es importante. Conocer otra obra del autor, el ambiente sociopolítico que vivió el autor, la evolución que tiene esa lengua, etc. Pero todo esto es lo ideal. Cuando te llega el encargo tienes de 4 a 6 meses, un año en el mejor de los casos, para hacer la traducción. Si tienes el conocimiento de antes, genial, pero si no, es difícil. Y que conste que hoy en día tienes a tu disposición un montón de información que antes no existía. Aun así yo le doy tanta, o mayor, importancia al conocimiento de la propia lengua y a la sensibilidad que tienes sobre la misma, sobre la lengua de destino. Debes ser capaz de recoger todo lo que dice el texto original y trasladarlo a tu propia lengua. Y para traducir la historia a tu idioma, tienes que tener esa sensibilidad literaria y ese cariño por tu propia lengua. Eso sí que es imprescindible. Más importante que el dominio total y absoluto de la lengua original, me parece conocer la lengua de destino.
¿Para ser un buen traductor literario tienes que ser escritor?
Es una buena pregunta, pero no hay respuesta. Parece que no, que no es necesario ser escritor para ser traductor. Existen, sobre todo en la narrativa, quienes, no siendo escritores y creadores, o, al menos, no reconocidos, traducen bien e, incluso, mejor que bien. Los hay, pero es muy difícil hacerlo bien. De cualquier forma, debes ser un lector empedernido. Si no tienes el don de la creación, necesitas buscar y conocer la forma de hacer de otros. Por un lado, para que al enfrentarte a la traducción confíes en ti y te creas capaz de hacerlo y, por otro, para ponerte manos a la obra y pensar que tu trabajo es digno. La traducción comienza siempre por la lectura. Y termina en escritura.
Y para traducir poesía, ¿se necesita ser poeta?
Lo de la poesía es más complejo. Yo creo que hay muy pocos traductores de poesía que no sean poetas. Al menos la narrativa se paga, pero la poesía normalmente se hace por amor al arte, excepto si es una traducción institucional o algún premio. Generalmente la poesía se traduce para publicarse en blogs, en alguna revista o para un amigo, y eso no está pagado. La poesía es algo marginal. Es el cielo, sí, pero el cielo está al margen.
¿Qué idiomas traduces tú?
Yo traduzco las lenguas que los euskaldunes hemos leído en los últimos siglos: el euskera, el francés y el castellano, y luego, el catalán, el gallego y el asturiano. Traduzco mucho del euskera al castellano y eso lo hace muy poca gente. Normalmente las editoriales quieren que traduzcas al euskera obras extranjeras, pero también se hace lo contrario. También he traducido del francés al castellano. Estudié francés en el instituto y en la facultad, y, más adelante, pasé en Francia algunas temporadas para conocer y poder hacer un uso real del idioma. Con el catalán no me sucede eso, por ejemplo. Conozco a mucha gente, y su ambiente, pero no tengo un conocimiento tan profundo de la cultura catalana.
¿Piensas que una persona que domina una lengua extranjera puede dedicarse a la traducción?
Has mencionado un idioma, pero luego hace falta otro, ¿no es así? (Entre risas) Al menos una de las lenguas debe ser la materna, o de su mismo nivel. Y eso es muy difícil. Y luego, deberíamos definir dominar. Una cosa es dominar el lenguaje del día a día, es decir, en la tienda, en el bar o para hablar con el médico, y otra cosa es ser capaz de escribir un buen y atractivo texto. Hace falta un poco de sensibilidad para ello, no sólo para la traducción, sino para la escritura. De hecho, es una forma muy especial de comunicación la escrita, y, por lo tanto, el traductor necesita “algo” más que la persona que domina el idioma. No basta con dominar el idioma.
¿Es el traductor un agente literario? ¿Es él quien busca qué obra traducir y la presenta a la editorial? ¿Te ha pasado eso?
A decir verdad, muy pocas veces. Sí que conozco algún caso de literatura vasca, pero no demasiados. Creo que eso es más habitual cuando las lenguas que manejas son un poco exóticas. Es decir, por ejemplo, a nivel de España son cuatro gatos quienes saben de literatura nórdica, y si eres uno de ellos, entonces sí, puede que seas tú quien esté pendiente de las novedades que pueden funcionar aquí y se las presentes al editor, y éste confíe en ti para que la traducción siga adelante. Pero normalmente son encargos. El editor te manda la propuesta y si tú aceptas el trabajo, sigue adelante.
¿Crees que el nombre y el trabajo del traductor debería tener un mayor reconocimiento?
El traductor está entre bambalinas, y es ahí donde tiene que estar. Es normal que algunos destaquen y sean conocidos, como Francisco J. Uriz. Sabes que un libro traducido por él es un acierto seguro, porque le da una calidad especial. Pero el traductor está en un segundo plano, y es que sin el texto original no hay nada que traducir. Además, el traductor no busca eso, no busca la fama. Está buscando unas condiciones laborales dignas. Y para conseguirlo los lectores también tienen algo que hacer; para empezar, leer quién es el traductor. Pero, sobre todo, es responsabilidad de los editores y editoriales, son ellos los que nos tienen que ofrecer unas condiciones de trabajo dignas a los traductores para que nuestra profesión se convierta en un verdadero puesto de trabajo y podamos vivir de él.
¿Con qué traducción ha disfrutado más? Si se puede decir, claro.
Sí, sí, lo tengo claro. Y, orgulloso. La Antología de Ángel González (SUSA Literatura, 2016). Recibió muy buena crítica, una, única, pero muy buena, muy importante en la literatura vasca. Además, esa traducción la propuse yo. Me propusieron elegir un poeta y yo, sin duda, dije Ángel González. Un poeta al que guardo cariño y cuya poesía tiene mucho que ver con lo que yo escribo, en parte social, en parte político, y que habla sobre el amor de verdad. Y empecé con Cortázar. Cortázar también fue muy especial.
¿Hay algún autor a quien te gustaría traducir? Bien que esté escrito o por escribir.
La Antología de José Agustín Goytisolo, sí, soy su admirador. Y el siguiente poema de Xuan Bello, un gran amigo. Por supuesto, que el autor sea cercano y seas su admirador, lo convierte en una obra de traducción especial.