EN PROFUNDIDAD“Cómo innovar en mi proyecto y no morir en el intento”

“Cómo innovar en mi proyecto y no morir en el intento”

Cómo innovar en tu proyecto y no morir en el intento o la necesidad de políticas de apoyo a los procesos de innovación en cultura.

Por Susana Pallarés, gestora cultural y licenciada en Derecho, especializada en innovación cultural, desarrollo de audiencias y acompañamiento a agentes culturales.

Hace unos meses recibí el encargo por parte de Fundación Mapfre Canarias de impartir un taller que permitiera realizar una primera aproximación a la innovación social en el ámbito cultural. En ese momento, fui incapaz de resistir la tentación de emular el título de la película “Cómo ser mujer y no morir en el intento”, así que los talleres finalmente tuvieron por título “Cómo innovar en mi proyecto y no morir en el intento”.

Probablemente esta tentación parezca algo absurdo, sin embargo, tengo claro que es consecuencia directa de algunos traumas no resueltos de mis dos últimas experiencias innovadoras: Zaragoza Cultura Acompaña y Sinapsis, Innovación Cultural Canaria. Motivo fundamental por el que cada vez que trato de reflexionar sobre cómo innovar en cultura, este título acaba convertido en un pensamiento recurrente.

A la hora de redactar este artículo, mi pretensión inicial era la de elaborar un texto más o menos sesudo sobre cómo impulsar la innovación desde lo público en aquellos sectores culturales cuyos procesos no se identifican con el modelo de industria creativa. Algo que me resultó imposible, dado que cada vez que me ponía a ello, lo único que resonaba en mi cabeza eran los condicionantes, el esfuerzo y la precarización que implica para los y las trabajadoras de la cultura poner en marcha procesos de experimentación que les permitan innovar y hacer las cosas de forma diferente.

¡Cómo si no fuera suficiente con tratar de sobrevivir y lograr un sueldo digno!

Proyecto Contramapas. GR 131 (sendero que se camina y se navega, siendo el único sendero de largo recorrido que atraviesa el archipiélago canario). Fotografía cedida por Alicia Rodríguez y Fundación Foresta.

El 25 de marzo de 2022, el Gobierno de Canarias presentó “Canarias en Escena”, una propuesta de la entonces Viceconsejería de Cultura y Patrimonio Cultural que pretendía reconvertir las artes escénicas en las islas. Estrategia cuyo objetivo era formar un ecosistema para fortalecer y potenciar la cultura, así como equilibrar el acceso a las artes escénicas. Es decir, el Gobierno de Canarias apostaba por una propuesta de cambio sistémico, en la que a partir de la oportunidad generada por la Agenda Canaria 2030, se presentaban siete líneas de trabajo con el fin de reforzar los sistemas culturales y artísticos de las artes escénicas, facilitando el acceso equitativo a los recursos culturales.  Sin embargo, tras las elecciones de 2023 esta política cultural dejó de tener continuidad.

No me gustaría parecer simplona, pero si algo saqué en claro de este intento fue que, de cara a facilitar la innovación cultural, una cuestión de suma importancia es la de crear un equipo de personas con valores compartidos y con la capacidad necesaria para formular las preguntas adecuadas. Preguntas que han de servir cómo guía a la hora de dar respuesta a la incógnita de cómo generar las condiciones idóneas que faciliten la innovación cultural en sus diferentes formas, teniendo en cuenta además, que la innovación no sólo debe estar al servicio de los y las profesionales culturales, sino también del territorio y de la ciudadanía.

Imagen cedida por el repositorio digital del proyecto Sinapsis.

Tal y como formuló Àngel Mestres durante una de sus colaboraciones con el programa Sinapsis, Innovación Cultural Canaria, por lo general, la idea de innovación se asocia al proyecto. Sin embargo, también es necesario vincularla a las diferentes fases o procesos que son necesarios para que dicha innovación pueda tener lugar, de forma que, en los procesos de innovación es necesario tener en cuenta al menos tres elementos.

El primero es el que tiene que ver con la gestión de la incertidumbre, es decir, con la determinación del tipo de cultura que queremos en el futuro. El segundo tiene que ver con la tecnología, mientras que el tercero está relacionado con el hecho de que tanto la gestión de la incertidumbre como la tecnología deben unirse en la necesidad de poner en marcha procesos colaborativos. Siendo éste, en mi opinión, uno de los principales retos a abordar a la hora de facilitar y nutrir la innovación en cultura.

Por otro lado, si desde la cultura queremos que tanto la ciudadanía como otros sectores económicos, se sientan interpelados con lo que hacemos, resulta primordial huir de la jerga, utilizar un lenguaje claro y usar herramientas comunicativas que permitan poner en valor nuestro trabajo, a través de la visibilización de los beneficios y el disfrute que de él se deriva para las personas y la sociedad en general.

Por todo ello, si de nuevo se me planteara la posibilidad de abordar la cuestión sobre cómo innovar en cultura sin morir en el intento, sin duda alguna, tendría en cuenta los aspectos que indico a continuación:

1. La dificultad de poner en marcha desde el sistema cultural público experiencias facilitadoras de la innovación. Dificultad que se deriva, entre otras cuestiones, por la rigidez normativa, la inexistencia de excepciones para este tipo de procesos culturales en la ley reguladora de la contratación pública, la normativa relacionada con la elaboración y ejecución de los presupuestos públicos, la falta de personal cualificado en las administraciones para gestionar proyectos de estas características…

2. El cortoplacismo de las políticas culturales en los diferentes niveles administrativos, que se traduce en una tasa de supervivencia mínima de estos proyectos tras los cambios políticos derivados de las elecciones.

3. Combinar apoyo económico y formativo para que los y las profesionales culturales puedan experimentar e innovar.

4. La dificultad de visibilizar los resultados de los procesos de facilitación de la innovación, especialmente en aquellos sectores cuyos procesos no se identifican con los de las industriases cultural y creativas.

5. El cansancio y agotamiento de los profesionales de la cultura precarizados en su mayoría por la rigidez del sistema de contratación y su falta de adecuación a las características de los procesos culturales, y es que no hay mayor agente precarizante que el contrato menor.

6. La necesidad de generar y poner a disposición de los procesos de innovación espacios de cuidados, encuentro, recursos y herramientas colaborativas que faciliten la puesta en marcha de estos procesos.

Spoiler: La última vez casi muero… y afortunadamente el trauma ya en proceso de superación 😉.

Susana Pallarés.