Desde hace 23 años, esta empresa radicada en el barrio de San Martín de Vitoria-Gasteiz, trabaja ofreciendo soluciones tecnológicas de código abierto a entidades culturales como archivos, bibliotecas, centros de documentación y museos tanto del ámbito local, como nacional e internacional. Scanbit trabaja en países europeos como Reino Unido, Alemania, Italia o Chipre o latinoamericanos como México, Colombia y Perú. Museo Artium, Azkuna Zentroa, la Biblioteca Nacional de España, La Casa Encendida, Tabakalera o el Centro de Documentación Sancho el Sabio, son solo algunas de las instituciones culturales a las que la empresa alavesa ha prestado sus servicios de tratamiento archivístico, digitalización documental, cesión de personal, consultoría o acompañamiento.
Gasteiz Kultura ha hablado con Iñigo Lapitz, gerente de Scanbit, y Cristina Gareta, responsable del Negocio Cultura, sobre el trabajo que desarrollan en el campo de la preservación, digitalización y difusión patrimonial y del conocimiento abierto en un contexto en que el volumen de producción documental se ha multiplicado por miles respecto a pocos siglos atrás. Afirman que «si durante el siglo XX el principal objetivo de estos centros culturales de gestión de la información y del patrimonio era la preservación y descripción de sus fondos, en el siglo XXI lo fundamental es la recuperación y difusión de estos fondos, de forma que se rentabilice el servicio que prestan pero, sobre todo, cumplan su función social».
Scanbit trabaja en el ámbito de la cultura y el conocimiento, pero lo hace desarrollando un trabajo muy de cocina… ¿cómo le describirías a un amanuense del siglo XV lo que hacéis?
Iñigo Lapitz [I.L]: Lo que hacemos básicamente es proporcionar a las instituciones del mundo cultural soluciones basadas en la tecnología de la informática y las comunicaciones, tanto desarrollando tecnología y productos, como ofreciendo servicios basados en esa tecnología. Podríamos decir que es lo mismo que hacía un amanuense del siglo XV pero con las herramientas de hoy en día.
¿Qué perfiles profesionales forman parte del equipo?
I.L: Por un lado, tecnólogos/as o ingenieros/as informáticos/as. Por otro, documentalistas, bibliotecarios/as, archiveros/as… los/as amanuenses del siglo XXI, es decir gente que conoce cómo se manejan estos contenidos culturales. Y hay un tercer perfil que son las personas que manejan las máquinas: profesionales que escanean, digitalizan… que hacen una labor más manual, por decirlo de alguna manera.
¿A qué perfil de organización dais respuesta con vuestros servicios?
Cristina Gareta [C.G]: El nicho de clientes con el que más trabajamos es el cultural, y su denominador común es que trabajan en la gestión documental y de la información. Puede ser una gestión de información para promocionar el patrimonio que preservan, también bibliotecas de patrimonio u otras más contemporáneas. Y luego tenemos clientes que simplemente necesitan un tratamiento de investigación como son editoriales o universidades.
I.L: Tenemos también otras divisiones que no son estrictamente de la gestión de las instituciones culturales. Clientes para los que tenemos soluciones parecidas en el sector de la industria o el mercado de la distribución. Aunque principalmente el servicio que damos es al sector cultural: bibliotecas, archivos y museos.
¿Cómo son las tripas digitales de una biblioteca?
I.L: A nivel de infraestructura de sistemas, las instituciones que gestionan el patrimonio están tendiendo a dejar de gestionar ellas mismas su infraestructura informática y la alojan en grandes servidores que están en la nube y que gestiona un proveedor externo.
C.G: Por otro lado, todos los software que distribuimos tienen módulos profesionales donde se introducen los metadatos y descriptores y luego están las interfaces de consulta que son las que ve el público general. Éstas se tienen que parecer a un buscador tipo Google y tienen que seguir las tendencias en diseño web: usabilidad, experiencia de usuario… además de trabajar los contenidos para disponerlos de modo que se ayude a la persona usuaria a que realmente encuentre lo que está buscando. Aunque la forma de catalogar los documentos y los metadatos sigue los mismos estándares internacionales y se parece bastante entre sí, hay que tener en cuenta que cada tipo de unidad de información persigue objetivos diferentes: no es lo mismo la difusión de un patrimonio cultural, que la difusión que hace una biblioteca pública a la ciudadanía en general o la difusión de fuentes de investigación a la comunidad universitaria. Desde Scanbit hacemos consultoría y ayudamos a implementar la mejor solución en cada caso, procurando que sea de forma atractiva para la persona usuaria final. La interfaz que esta utiliza es lo que admite más variación.
Scanbit ha sido socia de ALIADA, un proyecto europeo cuyo objetivo era hallar el modo para que los buscadores web puedan llegar a los contenidos de las bibliotecas. Esto es algo que se consigue trabajando la tecnología semántica, ¿qué es esto exactamente?
C.G: La tecnología semántica es una forma de codificar los datos de las bibliotecas y relacionarlos entre sí para que lo entienda la tecnología web general. Existen dos formas de recuperar documentos cuando alguien teclea una consulta en Google: por coincidencia, y por búsqueda inteligente o semántica. Un ejemplo de búsqueda inteligente sería hacer la pregunta: ¿cuántas bibliotecas hay en España? Ante esta pregunta, el buscador no solo busca una coincidencia de esa frase con un documento que la contenga, sino que la devuelve en forma de información adicional que enriquece esa búsqueda. Para poder lanzar esas consultas los datos tienen que estar codificados con unos estándares de descripción bibliográfica internacionales que se llaman RDF y además hay que asociarles una información de cómo están configurados. Lo que hicimos con ALIADA fue transformar los datos y su modelo conceptual en unos estándares y una forma de almacenarlos que pueda entender la web general de forma que pueda acceder a ellos. Al final lo importante es que la persona usuaria no se dé cuenta de la tecnología tan compleja que hay detrás de sus búsquedas.
I.L: Aquí existe un problema y es que con el dominio de los buscadores comerciales, y en particular de Google, se ha perdido de alguna manera la democratización del acceso a la información. Al final hay alguien que tiene unos intereses comerciales y que pone un filtro sobre aquello que se recupera. Muchas instituciones, sobre todo públicas, y sobre todo en Europa, están luchando contra esto para que el acceso a la información no esté sesgado por los intereses comerciales de Google o de las empresas que lo utilizan.
La digitalización de documentos es otra de las líneas de trabajo de Scanbit: ¿qué tipos de documentos digitalizáis?
I.L: Prácticamente de todo. En este momento lo que más digitalizamos es bibliografía, sobre todo fondo antiguo porque casi todo lo moderno ya está en formato digital. También hacemos prensa digital para que esté accesible en determinados entornos, por ejemplo, dentro de las instituciones. Y luego fuera de lo que es cultura muchísimo documento administrativo.
¿Cómo se inicia un proyecto de digitalización de colecciones: existen algunas directrices comunes al respecto?
I.L: Lo primero que hay que hacer es analizar el fondo que se quiere digitalizar. Cómo está ese fondo, dónde está… y ahí se toman una serie de decisiones iniciales: dónde vamos a digitalizar, si se puede trasladar o no esa documentación, qué tipo de máquinas necesitamos para digitalizar y cómo va a ser el proceso. Pero eso es sólo una parte de lo que es un trabajo de digitalización. La otra parte importante es que a esos objetos digitales, que no son más que “imágenes”, se les dote de una unidad: catalogarlas y describirlas para que luego puedan ser recuperadas. Ahí es donde entran profesionales como los/as catalogadores/as o archiveros/as. Por lo tanto, está la parte de diseño, la parte de digitación pura, luego la parte de describir y antes de entregar el producto hay que pasar unos controles de calidad
Tenemos entendido que para digitalizar algunos contenidos hay que hacerlo plumero en mano…
I.L: Uno de los primeros trabajos que hicimos de digitalización de patrimonio, fue digitalizar el archivo de los Hijosdalgo Elorriaga, que está físicamente en una casa en Elorriaga y nos desplazamos allí para hacer el trabajo. Y el problema principal que nos encontramos en aquel momento era el polvo, cantidades ingentes de polvo, cada media hora teníamos que estar limpiando el escáner además de los propios documentos… Hay que ser consciente que no es lo mismo digitalizar un periódico de hoy en día, en el que se corta el lomo y metes casi automáticamente las páginas en un escáner, que trabajar con un incunable.
C.G: Un proyecto más reciente ha sido la digitalización de parte del fondo Cervantes de la Biblioteca Nacional de España, ahí tienes una serie de personas que son digitalizadoras a las que hay que formar en el uso de escáneres muy delicados, pero también tienen que tener una formación sobre conservación y manejo de documentación antigua, se debe saber proteger el propio documento.
Toda la actividad de Scanbit está basada en el software libre, ¿cuándo comenzáis a funcionar de esta manera y por qué, qué es lo que aporta el software libre que un software propio no?
I.L: Empezamos a trabajar con software libre hace unos 15 años porque nos dimos cuenta que si queríamos estar en línea con los avances tecnológicos, una empresa de nuestro tamaño no podía llegar a desarrollar la tecnología a nivel privado a la velocidad que el mercado lo demandaba. Teníamos soluciones desarrolladas por nosotros/as que funcionaban, pero había cosas que nos empezaban a faltar y cuando vimos que era un modelo que funcionaba económicamente y que además nos permitía acceder a lugares donde con nuestra propia tecnología no llegábamos, lo fuimos generalizando hasta el punto que incluso hemos ido abriendo nuestras propias soluciones propietarias al mercado del software libre. En este momento la totalidad de los productos que implantamos y comercializamos en el ámbito de las instituciones culturales son software libre.
C.G: Esto permite a las personas usuarias la aplicación y nosotros/as damos los servicios. No tenemos que preocuparnos de si la aplicación es buena o mala porque hay una comunidad detrás que la desarrolla. Y ante el mismo producto, la diferencia entre empresas es el tipo de servicio que das. Hay comunidades que sacan una versión estándar y nosotros/as las personalizamos y adaptamos localmente, incluso aportamos soluciones creativas. Son comunidades de desarrollo internacional, estructuradas y conformadas por empresas o universidades. Cada una de ellas tiene unos desarrolladores que lideran, pero en general las aplicaciones se desarrollan con las aportaciones de todos los que utilizan esa aplicación, porque esa es la filosofía de una comunidad de desarrollo de software libre. Hay que tener en cuenta que la biblioteca no se adapta al sistema. El sistema se adapta a la biblioteca. Y con un software libre puedes adaptar el sistema totalmente a cada biblioteca, cosa que uno propietario no permite con tanta rapidez.
I.L: Ejemplos de comunidades muy grandes donde hay miles de instituciones y empresas son DSpace, Alfresco o Koha. Luego hay otras más pequeñas para software más específico.
Además de las tecnologías duras (que tienen que ver con la herramienta física), ¿consideráis importante también la innovación en las tecnologías blandas (que tienen que ver con los social)?
C.G: Siempre están relacionadas. Es tan importante hacer bien la funcionalidad y la aplicación, como que sea usable e intuitiva para las personas usuarias. Esto relacionado con la usabilidad, pero luego está la parte de la participación. Es muy importante, hoy en día, que las personas usuarias también participen en los proyectos, sobre todo cuando son de carácter público y cultural. Y hay que facilitar esa participación: más interacción, redes sociales, compartir, comentar, hacer listas de recursos… o sea implicar ciudadanía en los proyectos.
¿Consideráis que las instituciones culturales se están sabiendo adaptar a los avances tecnológicos?
C.G: Es evidente que estamos dentro de una revolución tecnológica que se mueve muy rápido. En relación a las instituciones culturales, pienso que los/as técnicos/as con los que trabajamos son muy competentes, se mueven mucho por congresos y saben lo que se lleva y lo que quieren. Además, deben realizar una serie de proyectos al año para que los servicios funcionen, lograr un mayor presupuesto y tener que ejecutarlo… Voluntad de adaptación, conocimiento y capacidad hay, pero por ejemplo ahora que no hay Gobierno es un problema porque los presupuestos están parados y por mucho que los/as técnicos/as de los servicios tengan claro los proyectos que quieren desarrollar existe un problema de financiación.
I.L: Esta revolución tecnológica es al mismo tiempo una oportunidad y un riesgo. Es una oportunidad para que una institución pueda ganar notoriedad y hacer mejor las cosas, y es un riesgo porque si no lo hace va a perder relevancia. Es evidente que si no hay presupuestos aprobados, no hay proyectos aprobados. Hemos pasado una época de crisis donde claramente todos los temas culturales están a la cola y se ha sufrido bastante.
C.G: Esto va reñido con la calidad de los servicios y su funcionamiento a largo plazo. Con la crisis, las administraciones no invierten, pero a la vez quieren un servicio de calidad. Ahí es donde hay que romperse mucho la cabeza para intentar dar soluciones que resuelvan rápidamente el problema y que cumplan los requerimientos, pero con un coste bajo.
Ofrecéis también servicios de mediación. ¿Estos perfiles han cambiado respecto a las bibliotecas del siglo pasado?
C.G: : Tenemos profesionales que dan respuesta a cómo consideramos que debe ser un servicio de bibliotecas a la ciudadanía según cada proyecto. Hay que tener en cuenta que venimos de una realidad que se ha quedado obsoleta. Ahora las bibliotecas tienen otros objetivos, no sólo dar un servicio de información, sino de formación, alfabetización informacional y de servicio a la comunidad. Y la forma de prestar estos servicios también ha cambiado mucho. No es lo mismo un/a auxiliar/a bibliotecario/a, que lo único que hacía era ordenar libros, que un/a profesional bibliotecario/a, que está sacando un montón de servicios para dinamizar los recursos de la biblioteca, alfabetizar a las personas para crear formación, o para catalogar nuevos recursos que antes no se catalogaban: audiovisuales, recursos de Internet o hasta la impresión en 3D.
¿Qué valoración hacéis de la situación laboral a la que muchos/as de los/as profesionales de la mediación en la actualidad?
C.G: Depende totalmente de la Administración o de dónde se esté prestando el servicio. Hay unas leyes y unas normativas en las que se establece la definición de estos puestos. Y las normativas de contratación de personal no han cambiado, tampoco la definición de los puestos. Entonces claramente hay un conflicto cuando a un/a bibliotecario/a de hoy en día, que está definido/a como un auxiliar que se dedica a ordenar libros, le pagas como tal. Porque eso ha cambiado. Las instituciones tienen que valorar más a esos/as profesionales y las empresas también tienen que poder acceder a convenios que permitan entre todos definir los puestos de trabajo en condiciones, pagar en condiciones y evitar que entren empresas piratas a ofrecer estos servicios.
I.L: Añadiría otro problema. En un porcentaje elevado, cuando hablamos de las instituciones de gestión cultural, estamos hablando del ámbito público. Y en la administración pública históricamente ha ocurrido que para minimizar costes se ha tratado de externalizar servicios solamente con un objetivo: pagar menos a una persona que haga el mismo trabajo. Esto se ha llevado en algunas épocas recientes a extremos de que una persona cobraba la tercera parte que su homólogo, con la única diferencia de que una persona era funcionaria y la otra subcontratada. Hablamos de diferencias bestiales, y hoy todavía existe esa diferencia. Un porcentaje altísimo de las personas que trabajan en este sector están subcontratadas por la Administración a empresas y esos precios de subcontratación son sensiblemente inferiores que los costes que la propia institución tendría si tuviera que contratarles. Tenemos que tener claro que son igual de profesionales los funcionarios como los profesionales de empresas privados. Es cierto que en el particular en el País Vasco se está empezando a avanzar en generar convenios específicos del sector.