EN PROFUNDIDAD“No necesitamos gente que responda, necesitamos gente que pregunte”

“No necesitamos gente que responda, necesitamos gente que pregunte”

Hablamos con Javier Martínez, guipuzcoano afincado en Chile que lleva más de 25 años asesorando a empresas e instituciones para desarrollar cultura de aprendizaje e implementar estrategias para gestionar el conocimiento.

Javier Martínez Aldanondo vive a caballo entre Chile y su Donostia natal. Es socio de Knowledge Works, director de Knoco y fue gerente de gestión del conocimiento en Catenaria. Actualmente también es consultor de la ONU, Banco Mundial y Banco Interamericano de Desarrollo en el área de gestión del conocimiento y aprendizaje. Su día a día consiste en asesorar a empresas e instituciones en España y Latinoamérica para desarrollar cultura de aprendizaje e implementar estrategias para gestionar el conocimiento como su activo principal.

Javier participará en la ‘VI Jornada de innovación y cultura’ organizada por Karraskan, que se celebrará el 15 y 16 de octubre de manera virtual. Go Gasteiz Kultura ha hablado con él sobre la gestión del conocimiento dentro de las diferentes organizaciones. 

¿Se han definido los distintos tipos de conocimiento que pueden existir en una organización?

Hay dos grandes categorías muy simples, el conocimiento tácito y el conocimiento explícito. El tácito es el que llevan las personas en la cabeza, lo que tú sabes hacer. El explícito es lo que eres capaz de plasmar o documentar respecto a eso que sabes hacer. En las organizaciones hay mucho conocimiento explícito que está plasmado en forma de procedimientos, procesos, sistemas, etc. Todo lo que se transfiere a través de tecnología es conocimiento explícito. Es un porcentaje grande de conocimiento, pero el más importante es el que tienen las personas en la cabeza, porque cuando estas se van, se lo llevan y las organizaciones lo pierden. Por mucho que tú intentes poner por escrito lo que sabes, hay mucho conocimiento que no es explicitable. La gente sabe mucho más de lo que es capaz de explicar. 

Si ya hablar de conocimiento es complejo por lo intangible que resulta, no digamos si lo aplicamos a organizaciones que trabajan con el arte, la cultura y la creatividad. ¿Te parece más, menos o igual de fácil o difícil trabajar este tema en nuestro sector?

Gestionar intangibles es un proceso más complejo que te obliga a pensar de una manera distinta. Tenemos una oportunidad única de desarrollar mecanismos para administrar intangibles, ya que no podemos administrarlos de la misma manera que veníamos haciéndolo con los activos físicos. Para ello necesitamos diseñar organizaciones distintas. Tener activos físicos sin conocimiento no te sirve, pero si solo tienes conocimiento, te tienes que preocupar de administrarlo. Tiene sus complejidades, pero yo lo encuentro un desafío interesante porque nos da la posibilidad de crear cosas nuevas.

¿En qué porcentaje reside ese conocimiento en las personas y en qué porcentaje está ya registrado en medios tecnológicos?

Hay un porcentaje del conocimiento que está plasmado en sistemas, procesos y documentos, pero es un porcentaje menor; la mayor parte del conocimiento lo tienen las personas. De momento, el conocimiento no se puede automatizar, por eso las organizaciones dependen de las personas. El activo más importante de una organización no es de su propiedad, porque las personas no son propiedad de nadie. De hecho, lo más importante que tiene una empresa para funcionar se va por la tarde a su casa y vuelve al día siguiente por la mañana. Es decir, una organización pierde su valor al final del día y lo recupera al día siguiente cuando las mismas personas deciden que van a ir allí a aplicar su conocimiento.

¿Qué hay de cierto en frases como “de los errores se aprende” o “más sabe el diablo por viejo que por diablo”?

Conocimiento y aprendizaje van de la mano porque para tener conocimientos has tenido que aprender. Aprender es acumular experiencias reutilizables en el futuro, pero para ello se tienen que dar tres condiciones: tiene que haber motivación, tiene que pasar tiempo y tienes que tener la oportunidad de practicar. El principal disparador de la motivación son los errores. Cuando tú te equivocas, tu reacción instantánea es entender por qué te estás equivocando. Ese proceso es una muy buena oportunidad para aprender.       

Cuando hablamos de intangibles solemos tener dificultades para ponerles un precio, ¿pero se puede hacer? ¿Cuánto del capital total de una organización es conocimiento?

Casi un 90%. Hace un tiempo hice un ejercicio con varias organizaciones. Vi el valor que tenían en la bolsa empresas como Apple, Microsoft, etc, y miré también el valor de sus activos físicos. Si comparas por cuánto estaba valorada la empresa con el valor de sus átomos, había un 80-90% de diferencia. Es decir, si la empresa valía 100, sus activos físicos valían 15, el resto era valor de conocimiento. El valor de una organización de servicios es básicamente un 90% de intangibles.

Gran parte del conocimiento de una organización reside en las personas. ¿Suele existir reticencia a compartir conocimiento con nuestros/as propios/as compañeros/as? De ser así, ¿cómo puede trabajarse?

Existe reticencia, pero es responsabilidad de la organización, no de los individuos. En las empresas, las personas se comportan en función de las reglas que hay en la organización; si a mí me mides y me evalúas en función de mi desempeño profesional individual, yo hago lo posible por que me vaya bien a mí. No creo que las personas sean egoístas, cada uno cuida aquello que le garantiza la estabilidad. La manera en la que hemos diseñado los procesos de trabajo favorece que yo me guarde lo que sé en lugar de compartirlo. Si una organización reconoce, promueve y apoya a los que comparten lo que saben, la gente lo hace. 

¿Cuáles son los errores más comunes a la hora de gestionar (o no gestionar) el conocimiento?

La mayor dificultad de todas las organizaciones que conozco es que no dejan espacio para la reflexión, todo lo que hacen es ejecución. Levantar el pie del acelerador y dejar de producir para aprender, compartir, preguntar y experimentar es muy complicado. El principal error es que estamos metidos en una espiral de correr rápido, y la velocidad es enemiga del aprendizaje. 

¿Qué tipo de organizaciones o sectores son más conscientes de la necesidad de gestionar bien el conocimiento?

Las pioneras en esto fueron las petroleras, son las que más recorrido y éxito tienen. Las empresas industriales son muy conscientes de ello. También el mundo de la defensa, el militar. Las empresas de cooperación al desarrollo también están bastante avanzadas y empresas de servicios, como despachos de abogados, también. Los más descolgados son el mundo financiero y el educativo.  

¿Por dónde puede empezar una empresa u organización pequeña si quiere prestar atención a la gestión del conocimiento?

Primero hay que realizar un pequeño diagnóstico que te permita entender en qué situación estás con respecto a la gestión de conocimiento. Ese diagnóstico te indica los procesos con los que tu organización ya cuenta para compartir y crear conocimiento, para sistematizarlo, etc., quién lo hace y qué apoyo tecnológico tiene. Esa información te orienta para ver qué es lo que no tienes y analizar si deberías o no tenerlo.   

Lo segundo que hay que hacer es un ‘mapa de conocimiento crítico’. De todo el conocimiento que tienes en tu organización, no todo tiene el mismo nivel de importancia. Hay que saber priorizar y, según los objetivos que tiene tu organización, ver cuál es el que más contribuye a conseguirlos. A partir de ahí hay que crear estrategias para administrar ese conocimiento entre las demás personas de la organización.   

Mirando al ámbito formativo, ¿en qué habría que incidir para que las generaciones que pronto se sumarán al mercado laboral presten atención a la gestión del conocimiento?

El sistema educativo está basado en respuestas. A ti te evalúan si das una respuesta correcta a una pregunta que tú no te has hecho. Eso no nos sirve, no necesitamos gente que responda, necesitamos gente que pregunte. El mundo que se viene es el mundo de las preguntas, necesitamos aprender del futuro y no tanto del pasado. Para eso necesitas un perfil de ciudadano mucho más curioso, que se conozca a sí mismo y pueda definir qué quiere hacer y qué le interesa. Eso hasta ahora no se da. Hay que modificarlo. Yo me conformo con que las personas salgan del ámbito educativo conociéndose a sí mismas, sabiendo relacionarse con otras, con un proyecto de vida y conscientes de que su vida depende del aprendizaje.     

Desde el sector cultural y creativo se defiende que el arte, la cultura y la creatividad ayudan a mirar el mundo desde otra perspectiva y, por lo tanto, a ver y entender aspectos en los que de otra manera, quizá, no repararíamos. ¿Estás de acuerdo con que los agentes culturales y creativos pueden ser parte de una nueva manera de generar conocimiento en la sociedad?

Por supuesto. Todos contribuimos desde donde estamos con las perspectivas que podemos aportar. Durante mucho tiempo, el arte o cualquiera de sus manifestaciones han sido sistemáticamente arrinconadas en favor de otras disciplinas. Vivimos en un mundo en el que se cree que hay asignaturas que son la clave y que si las dominas eres una persona inteligente, y hay otras que son asuntos menores que hay que ir arrinconando y que tiene que ver con un mundo muy racional. Todo aquello a lo que no le puedo ver un rendimiento directo lo voy dejando. Hay muchísimas disciplinas que aportan. Todo aquello que sea creativo es generar conocimiento continuamente, pero se maneja con reglas que son distintas a las reglas cartesianas, de lo que es medible, y pasa a ser algo de segunda categoría.

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