Actualmente, la Colección Artium está conformada por 5.246 objetos. Un número variable sujeto a las nuevas adquisiciones que el Museo va incorporando. La última de ellas, la obra Work in Progress de Iratxe Jaio y Klaas van Gorkum adquirida a la galería Joey Ramone de Amsterdam. “Hablamos de objetos porque es una terminología aplicable tanto a un museo de bellas artes como a uno de arte contemporáneo, pero también es aplicable a un museo de arqueología que almacena otro tipo de fondos que no son obras de arte”, explica Eguzkiza.
Una de sus principales responsabilidades, desde el Departamento de Colecciones del Museo, es la gestión del trabajo de inventariado y mantenimiento documental de los objetos que forman parte de la colección permanente: “cada objeto en el Museo es una referencia, un número de inventario, pero hay que tener en cuenta que un objeto puede estar conformado por diferentes elementos, como puede ser el caso de una instalación” matiza. Otra de las funciones que desempeñan es la generación de documentación – o conservación de la existente – que se configura como cobertura legal de la titularidad o del estatus jurídico de cada objeto: “todas las adquisiciones deben tener un informe de ingreso, una factura y una serie de documentos vinculados. Algunos pueden estar ligados a cuestiones administrativas, pero otros son propios del trabajo curatorial. Toda esta documentación conforma el expediente de adquisición”.
Son diversos los perfiles profesionales que participan en la gestión de las colecciones de un museo o centro de arte: desde la dirección de la institución a la figura del/la conservador/a, ligada a un perfil más teórico y conceptual, pasando por restauradores/as que realizan tareas de conservación preventiva o técnicos/as de registro, cuya principal tarea es la conservación de la documentación y la titularidad de la obra. Las funciones que desarrollan cada uno de estos perfiles profesionales son diversas y particulares, pero todas ellas convergen en el entramado que conforma el proceso de gestión de colecciones museográficas, un conjunto de prácticas que tienen la colección como elemento referencial y que incluye tareas de documentación, investigación, conservación, movilidad o ampliación de fondos.
Las reservas
La gestión de los almacenes, movimientos de obra, logística de préstamos, seguros y la contratación o coordinación del equipo de restauración y el equipo de montaje, son otras de las tareas que se desarrollan desde el Departamento de Colecciones del Museo.
Según diversas fuentes, se estima que aproximadamente entre el 80 y el 90% de las colecciones de los museos no se encuentran expuestas al público, un hecho que hace que los almacenes (o reservas) se conviertan en espacios fundamentales para la conservación patrimonial, así como para la gestión y tratamiento de las colecciones. Como afirma la conservadora de museos Alicia Herrero, en la Revista ICOM España (2011), el almacén “se concibe al servicio de la conservación preventiva de las colecciones, pero también de su documentación, investigación y tratamiento, lo que le confiere un progresivo papel activo en la institución museística”.
La tipología de almacenes es variada dependiendo de cada centro y sus objetivos (pudiendo ser externos, internos, visitables…) pero todos ellos requieren de una planificación y un equipo especializado que los gestione y trabaje por el cumplimiento de requerimientos en cuanto a accesibilidad, organización espacial y mobiliario, ordenación y sectorialización de los fondos, cumplimiento de una estabilidad en cuanto a parámetros de climatización, procedimientos de manipulación y de estudio de los fondos o protocolos de seguridad, entre otros aspectos.
Si nos sumergimos en la planta -2 de Artium, entramos en el espacio físico que alberga la mayor parte de los fondos de la colección. Aquí se encuentran los dos principales almacenes del Museo: la Reserva 1, que almacena en peines la obra de dos dimensiones enmarcada, un total de 1.055 objetos; y la Reserva 2, que alberga 1.647 obras principalmente escultóricas, además de pintura de peso o de mayor tamaño que no se ubica en peines, además del archivo audiovisual y fotográfico antiguo, y planeras con obra enmarcada y en carpetas de conservación. Existen otras dos reservas que almacenan los fondos escultóricos de mayor formato.
Más allá de los almacenes, en esta misma planta encontramos un taller de restauración y otro destinado a la catalogación y registro, también plató de fotografía. En este espacio las obras que ingresan al Museo y lo requieran pasan un periodo de aclimatación. Estos espacios, ubicados de lado a lado de un amplio pasillo, y de tamaños variables, conforman el espacio de trabajo y tránsito tanto del personal de gestión, montaje y conservación de fondos, como de las propias obras que puedan moverse tanto para ingresar, como para ser prestadas o subidas a salas expositivas.
Cualquier objeto que ingresa en el Museo para formar parte de la colección pasa por un proceso de catalogación común, un conjunto de acciones encadenadas que Eguskiza sintetiza en dos grandes bloques: “la primera parte de este proceso se realiza delante de la obra. Se trata de una tarea de registro pura, en la que se identifica el objeto con un número de inventario único, se toman fotografías referenciales y todos sus datos inherentes (dimensiones, forma, fecha…), además de hacer un informe de revisión del objeto en base a unos datos previos de los que disponemos”, explica.
A esta parte “física” del proceso de catalogación, le sigue una segunda más vinculada a la investigación: “un trabajo más de oficina en el que se cargan los datos inherentes en la aplicación informática, pero también realizamos un proceso de investigación y ampliación de datos no inherentes y que no se encuentran en la base de datos, de forma que ampliamos y completamos la ficha catalográfica, que contiene toda la historia de ese objeto (datos sobre autoría, exposiciones en las que ha participado la obra, catálogos, etc.)”, explica. A ello hay que sumarle toda la documentación interna que genera la propia obra: desde documentos de registro, expedientes de adquisición, fichas de catalogación de otros museos, acuerdos de cesión o documentos de restauración. Como escribe el Presidente de ICOM España, Luis Grau, “el registro convierte una obra en un ciudadano “con papeles” de la exigente nación museística”.
De lo no tangible: sistema informático de gestión de fondos
La gestión de fondos y fichas catalográficas del Museo se realiza a través de EMSIME (Euskadiko Museoen Sistema Informatikoa), un programa de gestión museística del Sistema de Museos de Euskadi. Se trata de una red informática que permite la clasificación de los fondos museográficos, el control y gestión de museos y colecciones, y sirve también como catálogo colectivo del patrimonio de Euskadi: “hay una parte del sistema visible al público en general ([donde actualmente no se visualiza la totalidad de los fondos existentes)] y luego una parte no visible que es la de gestión”, explica Eguskiza.
EMSIME permite una primera categorización de los objetos por tipología de fondo. En Artium se trabaja con dos de ellas: Artes / Artes decorativas, conformada actualmente por 3.323 objetos, y Fondos documentales, conformada por 1.923 objetos. “Hay que tener en cuenta que existen en el sistema más tipologías que se adaptan a las particularidades de cada fondo museográfico: arqueología, etnografía, ciencia y técnica, ciencias e historia natural…”, añade Eguskiza. Si bien todas las obras de arte están incluidas en la primera tipología, cabe reseñar la particularidad de la segunda, quizá algo menos conocida: “los fondos documentales son conjuntos bastante variopintos de objetos.
En Artium hay fondo documental de S.E.A.C. (Selección de Euskadi de Arte de Concepto), de CVA (Comité de Vigilancia Artística) y de los hermanos Roscubas. El primero de ellos es el más numeroso, con 1.220 objetos, que incluyen desde polaroids, fotos de los artistas y de cartelería, maquetas, vídeos… En su momento le llamamos a esto testigo artístico, porque, en este caso en particular, son testimonios de sus acciones”, explica Eguskiza. A todos estos objetos se les otorga la misma consideración patrimonial, identificando cada elemento como un objeto propio, registrado y catalogado, que se almacena en las reservas dándoles el mismo trato de conservación. “Pero son objetos o documentos que por determinados motivos su creador/a los concibe como algo diferente a lo que es una obra de arte”, matiza. A partir de esta primera gran clasificación tipológica, el sistema contiene tablas normalizadas en base a tesauros, una conjunto de términos empleados para representar conceptos: “los siguientes campos de clasificación permiten definir el tipo de objeto (escultura, pintura, etc.), el título, la autoría, las técnicas, los materiales o soportes…”, concreta Eguskiza. El objeto más numeroso de la colección corresponde a “pintura”, con 848 obras, seguido del objeto “estampa” con 736 obras.
Escribe en un reciente artículo Pureza Villaescuerna, responsable del servicio de almacén de obras de arte en el departamento de Registro de Obras de Arte del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, sobre el reto, metodológico y conceptual, de la gestión de las nuevas manifestaciones artísticas: “la labor de registro de colecciones contemporáneas, además de integrar las funciones tradicionales de documentación, debe contemplar el desarrollo de herramientas capaces de recoger la pluralidad de las nuevas obras y de aprehender lo intangible. […] solo en creaciones más específicamente contemporáneas, como por ejemplo el videoarte, encontramos además un rasgo fundamental que exige una mayor complejidad a la hora de su contemplación, registro y tratamiento. Es el hecho de que se trata de obras basadas en el tiempo, generadas en y con el tiempo, totalmente al margen de su soporte”.
Ligado a esta reflexión, en los últimos tiempos se está realizando desde el Departamento de Colecciones del Museo Artium un trabajo de normalización del lenguaje en relación a materiales, objetos y técnicas. Se trata de un trabajo de análisis que permite completar la referencia terminológica que representan los tesauros normalizados por instituciones como CER.es (Red Digital de Colecciones de Museos de España) o Getty, aplicando a la realidad y requerimientos particulares de una colección de arte contemporáneo: “los tesauros son una herramienta viva, y en el Museo utilizamos solo aquellos que se corresponden a objetos, técnicas o materiales que tenemos en la colección. Pero también hemos incorporado, tras un análisis de la colección, términos propios como por ejemplo el tipo de objeto instalación, intervención, caja de luz o video proyección. De de esta forma nos adaptamos a las particularidades de nuestra propia colección, pero en base a una ontología”, explica Eguskiza.
ALGUNOS DATOS
La colección Artium cuenta con 492 obras de autores/as internacionales; 1.718 obras de autores/as españoles y 1.099 de autores/as vascos/as, de las cuales 439 son obras de autores/as alaveses.
Hay dos obras de más de 100 años en la colección, son dos dibujos: La Macarena, acuarela de Néstor Martín Fernández de la Torre (fechada aproximadamente en 1911) y Bodegón con guitarra de Benjamín Palencia, de 1918. En 2021 cumplirá 100 años la obra de Pablo Gargallo, Mujer española.
La obra de la colección Artium que más veces se ha prestado es Homenaje a Velázquez de Jorge Oteiza. Desde que fue adquirida por la Diputación Foral de Álava (DFA) se ha prestado en 22 ocasiones a museos como el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM), Kunsthalle Budapest, Guggenheim Bilbao y Nueva York, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía o el Museo Nacional del Prado. Mousquetaire à la pipe de Pablo Picasso, por su parte, se ha prestado 16 veces desde que ingresó en la colección de DFA en 1979. Entre las sedes en las que ha estado expuesta está el Museo do Chiado, IVAM, Instituto Cervantes de Nueva York y Chicago, La Casa Encendida, Museo Picasso de Málaga y actualmente se encuentra expuesta en el Centro Unicaja de Cultura de Sevilla.
El autor más solicitado es Jorge Oteiza, que tiene varias obras emblemáticas en la colección, que son solicitadas en préstamo de manera sistemática. Dos de las esculturas de Oteiza más reclamadas son Homenaje a Velázquez (antes citado) y Versión previa del Homenaje a Mallarmé, ambas de 1958. Esta última ha sido prestada 12 veces, entre ellas, a San Telmo Museoa de Donostia-San Sebastián; CAAC de Sevilla o la Fundació Antoni Tàpies de Barcelona.