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«Debemos superar el ‘de lo mío qué’, tan típico de mercados precarios, para pasar al ‘juntos hasta dónde'»

Hablamos con Roberto Gómez de la Iglesia, director de Conexiones improbables, plataforma que promueve proyectos de innovación hibridando empresa y creatividad

Roberto Gómez de la Iglesia, director de Conexiones improbables./ Yone Estivariz

Desde que Conexiones improbables comenzara su andadura en 2010, han sido cientos los proyectos generados, tanto en Euskadi como en el extranjero. La plataforma surge de la consultora c2+i, Cultura, Creatividad e Innovación, radicada en Vitoria y dirigida por Roberto Gómez de la Iglesia, economista y gestor cultural, con quien hablamos sobre el mencionado proyecto y también sobre la crisis del COVID – 19 

Antes de centrarnos en el proyecto y visión de Conexiones improbables, nos gustaría saber cómo estáis viviendo toda esta situación provocada por el COVID – 19.

La verdad es que con incertidumbre respecto a cómo va a ser el día después. Por fortuna, aún estamos rematando algún proyecto y teletrabajando en temas internos, ya que la inmensa mayoría de los proyectos se han pospuesto cuando no cancelado. Y, evidentemente, no hay ninguna posibilidad de comercializar nada. 

La situación nos está llevando a repensar algunas estrategias de futuro, especialmente en el modo en que tenemos que abordar nuestro proceso de internacionalización, sacar del cajón algunos viejos proyectos que resultan más que apropiados para el momento presente, etc. Como le gustaba decir a mi ya desaparecido compadre Eduard Miralles: “no sabemos dónde vamos a parar, pero cada vez queda menos”.

¿Cuáles son las medidas urgentes que, a corto plazo, crees necesarias para ayudar al sector cultural vasco?

Son muy diversas, y ya se mueven diferentes documentos propositivos por las redes.  Al margen de ayudas genéricas en forma de subsidios, etc., hay que considerar la singularidad de este sector. En torno al 98% de sus organizaciones son de 3 o menos trabajadores, en su mayoría autónomos, a veces profesionales intermitentes. Hay que agilizar los programas de subvenciones pendientes de convocar y las contrataciones paralizadas; flexibilizar los plazos de cumplimiento de compromisos adquiridos previamente; reprogramar espectáculos, formaciones, eventos cancelados o pospuestos, pero hacerlo con lógica, ya que no podemos tensionar hasta el paroxismo al mercado cultural en el último trimestre de 2020; facilitar el acceso a financiación a corto y largo plazo, entendiendo las singularidades del sector, especialmente sus necesidades de tesorería; pago rápido de facturas pendientes, incluso anticipo por parte de entidades públicas de parte del precio acordado… 

Este va a ser el momento en que se va a ver si de verdad el impulso del sector es tan importante como se dice. Aún existen muchas convocatorias de apoyo a la gestión o de otros aspectos, a las que por dimensión solo pueden acceder el 2% de las organizaciones del sector. O flexibilizamos o se nos muere. Así de claro. Y es hora también de consolidar proyectos y estructuras. Y eso implica valentía como sector y valentía política. 

Cuando aún nos quedan semanas de confinamiento e incertidumbre, ¿cómo te imaginas el futuro, a medio plazo, para el sector cultural vasco?

Va a depender de la inteligencia colectiva para colocar  a las artes, a la cultura, a la creatividad y al pensamiento, en el centro del debate. De dejar de pensar en nuestros artefactos para pasar a pensar en qué ideas, miradas, metodologías, etc., tenemos para transformar nuestro mundo. Debemos superar el “de lo mío qué” tan típico de mercados precarios, para pasar al “juntos hasta dónde”, propio de sociedades avanzadas. Si no lo conseguimos el futuro va a ser muy oscuro. La mortandad de organizaciones puede ser muy elevada. Y quizá será el momento de pasar de una ética benefactora, del un poco para todos, a una ética utilitarista, en el sentido de que habrá que pensar muy bien a dónde se echa el salvavidas, por duro que parezca.

Lo más terrible, al margen de los dramas personales y los sueños rotos que podemos tener, es la cantidad de experiencia y conocimiento que podemos perder. Y el empobrecimiento colectivo. Me gustaría ser optimista y creer que el día después, además del aprecio mayor por la sanidad pública, se produjese un nuevo Renacimiento, donde las artes y la ciencia se colocan en un lugar privilegiado de una sociedad, con la mirada puesta en las personas. Sí, me gustaría ser optimista. O al menos lo necesito.

Gómez de la Iglesia durante la entrevista con Go Gasteiz Kultura./ Yone Estivariz

A pesar de estos tiempos difíciles, estáis de celebración: Conexiones improbables cumple en 2020 10 años. ¿Cómo explicamos lo que hacéis a alguien que no tenga nada que ver, a priori, ni con el arte, ni con la cultura, ni con procesos estratégicos de empresa, ni con innovación?

Somos una empresa consultora especializada en el sector cultural. Trabajamos en tres ámbitos diferentes de la economía creativa. Uno, como consultores/as para organizaciones culturales y creativas, desde una orquesta a una compañía de circo. Dos, como consultores/as en el desarrollo de territorios creativos e innovadores; Trabajamos básicamente con gobiernos, clústers y con organizaciones en procesos de desarrollo vinculados a la creatividad. Y tres, utilizamos herramientas culturales y creativas para hacer una consultoría de innovación, no en el propio sector cultural, sino  en otros sectores. Es decir, introducimos metodologías y profesionales de las artes en industria, salud, en educación o en cualquier sector para hacer procesos de innovación, sin necesidad de que haya obra de arte. 

¿Cuál es la conexión más improbable que habéis provocado desde que comenzara, hace 10 años, este proyecto?

Hemos realizado más de 500 proyectos. Llevamos mucho tiempo trabajando en la relación arte-empresa, antes incluso de comenzar con Conexiones improbables. Por ejemplo, hemos puesto a trabajar a un artista con un centro educativo para repensar el modo en que el profesorado y el alumnado podían ser más innovadores. Hemos trabajado con un gran banco en Brasil para innovar en  la relación que ese banco tenía con 7 millones de clientes, a priori no rentables, y hacerlo trabajando sobre el valor emocional y educativo del dinero. También hemos trabajado con una pequeña tienda de moda para cambiar la visión que el público tiene de que la ropa está asociada a una edad. El caso que más llama la atención es una empresa de software de sistemas críticos de aeronáutica, centrales nucleares y astronáutica, que ha trabajado con artistas pensando en cómo tenía que ser la relación persona-interfaz de las futuras naves tripuladas a Marte. Introducimos la visión creativa, la capacidad que tiene el/la creador/a de hacer preguntas diferentes para generar respuestas diferentes.

¿Qué es lo que os lleva, en vuestros inicios, a pensar que el tándem empresa-artista podría resultar interesante? ¿El tiempo os ha dado la razón?

Para mí esta relación siempre ha sido natural. Soy economista y he trabajado toda la vida en el sector cultural. En 2005 empecé con proyectos de arte-empresa orientados a la innovación y dimos un salto cualitativo muy importante. En 2010, con Conexiones improbables, comenzamos a transformar las organizaciones con procesos creativos. Lo que nos llevó a todo esto fue la pregunta “¿por qué las residencias de artistas tienen que ser siempre en espacios artísticos y entre artistas?”. Ahí empezamos a reflexionar sobre la posibilidad que tienen las artes y la cultura de ser catalizadores de innovación y de transformar las organizaciones. 

El tiempo nos ha dado la razón. Ahora mismo uno de los programas que más luce en Europa es ‘Stars’, donde artistas entran en empresas para hacer artefactos. Esto ya lo hicimos nosotros en 2005 y nos dimos cuenta de que era insuficiente, que había que traspasar la barrera del artefacto. Las artes tienen otra capacidad de transformación y lo hemos aplicado a la salud, la tecnología, la industria o el deporte. La clave es haber construido una metodología muy consistente que nos permite saber abordar esos procesos de hibridación. 

Proyecto Osakidecum, dentro del Programa Innopal, elaborado por Osakidetza e Innobasque Berrikuntza Innovación./ Conexiones improbables

¿Cómo es el proceso desde que comenzáis a trabajar con la empresa u organización hasta que la experiencia concluye?

Lo primero que hacemos es identificar los retos. Desenfocamos para volver a enfocar. Generar cierto caos nos ayuda a volver a enfocar el reto y acertar en la metodología que tenemos que incorporar. A partir de ahí buscamos colaboradores/as, artistas que trabajan en el ámbito relacional o en artes contextuales.  

¿Soléis realizar algún tipo de seguimiento del impacto que este proceso tiene en las empresas u organizaciones?

Sí, en el ámbito de la innovación en organizaciones trabajando con agentes culturales realizamos evaluaciones de manera sistemática. Hasta ahora las ha hecho un agente externo, el centro de investigación social WZB de Berlín. Ahora vamos a comenzar a analizar el impacto, también con un colaborador externo. Porque muchos de los resultados solo se ven a lo largo de los años. Lo que vemos es que las personas que han estado implicadas en estos procesos cambian el chip en cuanto a la forma de innovar, y respecto a su percepción del papel de las artes y de lo que pueden aportar. 

En el ámbito de la consultoría cultural y creativa hemos visto cómo ha evolucionado el lenguaje. Hace 8-10 años la gente no entendía lo que era hibridación o polinización cruzada, ahora ya todo el mundo habla de transversalidad. Quizá este no sea un efecto reconocido, pero es un efecto real.

¿Qué capacidades ha de tener ese/a artista o creador/a para liderar un proceso de este tipo?

El/la artista o creador/a que quiere intervenir en procesos no artísticos tiene que tener una buena formación artística y tiene que desenamorarse del artefacto tangible. Es decir, en estos procesos, el/la artista no trabaja para hacer su obra, trabaja en un proceso creativo para buscar abordar el reto de otra organización. Esa capacidad de empatía es fundamental. Segundo, tiene que ser un/a buen/a investigador/a. También un/a buen/a catalizador/a creativo/a, tener la capacidad de provocar que emerjan las capacidades creativas ocultas de otros/as. Y tercero, un/a buen/a artista es un/a usuario/a extremo/a que encuentra potencialidades a las cosas que un/a mortal normal no encuentra. Todas estas cualidades son fundamentales para trabajar en este tipo de procesos. Pero la más importante es ser consciente de que no vas a hacer tu propia obra, vas a llevar a cabo un proceso de creación orientado al reto de otra organización. 

Desarrollo del proyecto Orbea All Use Creative Experience. /Conexiones improbables

¿Hay algún sector o tipo de organización que sea especialmente abierto a este tipo de proceso? Y al contrario, ¿hay alguno que sea especialmente reacio?

A la inmensa mayoría de las organizaciones no les apetece “arriesgar“ en este tipo de procesos. Les entra miedo cuando les dices que vas a trabajar con herramientas de base artística. Nuestra experiencia dice que estos procesos de innovación no son más arriesgados ni dan peores resultados que otros. De hecho, dan mucho mejores resultados que los tradicionales. 

El sector más reacio a trabajar con este tipo de metodologías es el propio sector cultural, no quieren trabajar con herramientas de base cultural en sus procesos de innovación. A la pequeña industria también le cuesta porque es pequeña, y a la gran industria también pero porque sus procesos de decisión son muy complejos. Con la mediana industria es con la que mejor trabajamos. El sector público cada vez se abre más a estos procesos, pero no tanto por convencimiento, sino porque ha probado otras cosas que no le funcionan.

¿En Euskadi cuánto queda para que la “innovación” no solo esté vinculada a lo tecnológico? 

Ya ha empezado a cambiar algo, muy lentamente. Todavía hablamos de innovación tecnológica y no-tecnológica, dando prioridad a la que se define en positivo. Hay muchos tipos de innovación, como la organizativa o la relacional por ejemplo. Estamos en un país que piensa en hierro, y la clave ahora está en ver cómo damos un salto para entender que hay otros sectores que pueden ser claves para la transformación económica del país, y el sector creativo lo es. Poco a poco se van abriendo brechas.

Conexiones improbables desarrolla parte importante de su actividad en otros países. ¿Hasta qué punto ha sido elección vuestra y hasta qué punto necesidad? 

Ha sido más una opción que una necesidad. Hubo un momento en el que vimos necesario salir fuera para ser reconocidos/as dentro. Esto es un clásico. Lo que nos llevó a participar en proyectos europeos, en América Latina, en Corea del Sur, China y Finlandia entre otros. Nuestro posicionamiento de marca en algunos ámbitos europeos es mejor que aquí. Este tipo de relaciones son muy importantes a nivel económico, pero son más interesantes aún a nivel de intercambio de conocimiento y de posicionamiento interno. 

Conexiones improbables en Perú trabajando en la formación de gestores/as culturales locales. / Conexiones improbables

Uno de los retos más importantes a los que se enfrentan muchas estructuras del sector cultural es el relevo generacional, la transmisión del conocimiento que hoy reside en profesionales con una larga trayectoria a las generaciones más jóvenes. ¿Qué medidas deberían de activarse a este respecto?

Hay que apoyar todo lo que sean procesos de sistematización, de publicación y de recopilación. Hay que propiciar nuevos modelos de formación que permitan ese traspaso. En la administración pública se van a jubilar el 70% de los/as trabajadores/as en los próximos 8 años. Ahí hay todo un conocimiento que se va a perder, lo mismo que en la empresa privada. Si yo mañana quiero escribir sobre lo que hacemos, no encuentro apoyos, y para poder escribir tendré que dejar de hacer otras cosas. Estamos en una situación en la que se va a perder mucho conocimiento. 

Estamos hablando con varias universidades para intentar hacer algún tipo de proyecto que trabaje en esta dirección. Ya lanzamos un SOS hace 3 años y hubo varias entidades interesadas en apoyarnos. Vamos a intentar poner un proyecto en marcha con varias universidades de aquí y de latinoamérica, pero sería necesario que entrara la UNESCO o algún  ministerio. Algo hay que hacer y no tenemos mucho tiempo. 

Euskadi está trabajando por que las industrias culturales y creativas sean uno de los ejes en torno a los cuales pivote su estrategia de país. ¿Cuál dirías que es la bondad de lo que se está desarrollando y en qué hay que estar atentos/as para no cometer errores? 

La importancia que un área tiene en un gobierno se ve en los presupuestos. Los presupuestos de cultura del Gobierno Vasco siguen siendo muy pequeños, si quitamos los de ETB. Que se estén haciendo proyectos de impulso de las industrias culturales y creativas está bien, pero mejor si no le llamáramos ‘industrias’ ya que el teatro, por ejemplo, nunca será una industria. Se están haciendo cosas, pero consideran al sector menor de edad, no se le considera maduro y hay que cambiar la actitud y la mirada. 

Euskadi mira muy atentamente al índice europeo de innovación, y este no incluye ningún indicador de creatividad. Eso significa que mientras no demos un peso importante a la creatividad en el conjunto de la transformación de la sociedad, no nos estaremos tomando en serio el sector. Se van dando pasitos, para mi gusto, muy lentos. 

¿Qué valoración haces de los planes que actualmente se están ejecutando tanto en el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz como en la Diputación Foral de Álava? ¿Crees que han contribuido a mejorar el sector cultural y creativo alavés? 

Algo han contribuido a mejorar. El plan del Ayuntamiento lo conozco poco, pero el de la Diputación lo elaboramos nosotros/as como empresa consultora externa. El nivel de ejecución ha sido bajo en relación a la dificultad de ejecución. Por nuestra experiencia profesional somos muy pragmáticos/as, y solo diseñamos planes que sean posibles de ejecutar. El de Álava, que fue aprobado por unanimidad en las Juntas Generales, no era especialmente complejo, aunque el sector cultural nunca lo tiene fácil, tampoco los departamentos específicos dentro de las administraciones públicas; me da pena que no se haya ejecutado a mayor nivel, pero he de celebrar que por fin ha habido un plan de cultura en Álava. 

Pero lo que está claro es que la crisis sanitaria que estamos viviendo va a cambiar nuestras prioridades, nuestras formas de crear, de relacionarnos…¿Será el momento de que las artes, la cultura y el pensamiento sean vistos como elementos centrales de la transformación necesaria? ¿Dejaremos de ser elementos de entretenimiento, más o menos eficaz en época de confinamiento, para ser catalizadores del cambio?

Roberto Gómez de la Iglesia presenta Conexiones improbables en Brasil./ Conexiones improbables

¿Qué crees que es importante que se tenga en cuenta de cara a futuros planes?

El feedback. Cuando pides al sector su visión, le debes devolver los resultados, y eso no se ha hecho bien. Es una cuestión que parece menor pero no lo es. El éxito de un plan es que cuente con alianzas suficientemente fuertes dentro del propio sector. Si quieres hacer una política cultural que sea buena para el sector, tienes que contar con él. Eso no se está cumpliendo bien porque no se retroalimenta el proceso, y es agotador. Hay demasiadas cuestiones de hechos consumados.

Desde el ámbito público se ve a menudo al sector como el enemigo. Se ha creado la impresión de que somos unos protestones y unos llorones. Muchos responsables públicos, y gran parte de la sociedad, nos identifican por estos y otros tópicos, como que somos un sector improductivo, que vive del cuento… Es difícil trabajar a favor de algo cuando lo desprecias, y a veces sentimos eso. Pero es que el sector cultural es crítico por naturaleza. Si la cultura no es crítica, ¿entonces quién va a serlo?. 

Por eso este es un momento clave para el sector. Los planes se han hecho añicos, nada va ser igual a corto plazo, pero quizás tampoco a largo. Y todos vamos a tener que retratarnos. No va a ser suficiente resetear el disco duro del sector cultural; vamos a tener que cambiar de sistema operativo. Y no se si hay demasiada gente preparada para ello. Confiemos en que sí.

Si tuviéramos que hacer un DAFO express sobre el sector cultural y creativo de Vitoria-Gasteiz, ¿qué Debilidad, Amenaza, Fortaleza y Oportunidad definirías?

Su debilidad es la falta de crítica. Esta ciudad vive de lo que fue y culturalmente hace tiempo que ya no es. A la par, su fortaleza es que tiene un tejido privado tremendamente innovador. Tenemos  mayor densidad innovadora que Bizkaia y Gipuzkoa, pero nada es para siempre. Hay muy poca conexión entre el sector público y el privado. La oportunidad está en que hay tejido. Y su amenaza es la presupuestaria, pero también el síndrome de Estocolmo. Hay quien defiende solo la dimensión económica de la cultura, quien cree que tenemos que ser autosuficientes, autofinanciarnos y dejar de pedir dinero público. La principal amenaza tiene que ver con el marco de pensamiento que nosotros/as mismos/as estamos alimentando y que nos va a llevar a esa situación. Nos estamos tirando piedras contra nuestro propio tejado. 

El mayor valor económico de la cultura está en su capacidad para, a través de los valores, transformar la idea de valor dominante en la sociedad. Transformando valores transformamos la economía y la sociedad. Y en este momento esto es lo central: nuevos valores para una nueva forma de vida.

¿Cuál dirías que es la situación de los/as gestores/as culturales en Euskadi? 

En Euskadi estamos menos mal que en otros sitios, pero el sector cultural es un sector irrelevante en términos políticos en casi todas partes. El oficio de gestor/a cultural ha sufrido unas transformaciones complejas a lo largo de los últimos 30 años, y en este momento está en una fase de reinvención. A principios de los 80, el predominio era público, y los/as que empezaron siendo animadores/as socioculturales pasaron a ser gestores/as culturales y acabaron siendo programadores/as, distanciándose del día a día de la gente. Actualmente, el sector público está bastante lejos de las nuevas tendencias, de las prácticas artísticas  y de lo que la población está demandando. 

Hay que defender el oficio de gestor/a cultural más que la profesión de gestor/a cultural. Un/a gestor/a cultural tiene que tener la capacidad de visión global, entender las interacciones que ocurren en un entorno, entender las propuestas culturales, capacidad de planificación y de control. Pero básicamente tiene que haber una capacidad de comprender la complejidad social. Ahora más que nunca. O somos transcendentes o no somos nada.

Hablar de futuro es complicado en estos momentos, pero hagamos el ejercicio: tras esta década de andadura, ¿en qué situación os gustaría que vuestro proyecto se encontrara en los próximos 10 años?

Nuestro proyecto tiene dos líneas fundamentales. Una es la consolidación de determinada oferta aquí y la proyección internacional. Queremos ser una marca global pero sin dejar de ser pequeños. Y la segunda es la sistematización de metodologías, para ver cómo  el día que algunos dejemos de estar aquí, esto continúa

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