EN PROFUNDIDADMalas hierbas: La Mediación Cultural como viabilizadora de los Derechos Culturales

Malas hierbas: La Mediación Cultural como viabilizadora de los Derechos Culturales

Por Carmen Oviedo, coordinadora en Pedagogías Invisibles. Imágenes de archivo cedidas por la autora.

Las malas hierbas crecen en los intersticios. Es ahí donde los muros se agrietan y el control se relaja donde crecen, resistentes, imprevisibles y difíciles de domesticar. Así es como funcionan los mecanismos de la Mediación Cultural, infiltrándose por las fisuras de un sistema que se ha acostumbrado a convertir lo político en técnico, lo colectivo en un procedimiento y lo vivo en un protocolo. A día de hoy, donde los procedimientos burocráticos han provocado una gestión cultural rígida y tediosa basada en estándares de eficiencia productivista, esta mala hierba que es la mediación nos devuelve a la necesidad de reubicarnos en la escucha, los cuidados y lo común, haciendo de la cultura y un elemento imprescindible para el desarrollo íntegro de las personas.

“El futuro es un acto cultural” es uno de los lemas del nuevo Plan de Derechos Culturales, del que Pedagogías Invisibles hemos tenido el privilegio de ser coordinadoras y relatoras en el eje estratégico de Mediación Cultural. Estas sencillas seis palabras nos marcan ya la necesidad de un cambio de mirada, que impone un cambio de paradigma en el que crear un futuro deseable pasa por ejercer nuestros derechos culturales. Para ello, la Mediación Cultural se erige como un marco de prácticas que viabiliza estos derechos culturales ya que nos permite transitar de las políticas culturales tradicionales sustentadas en la productividad, la sectorización, la representatividad política y la generación de agenda, a espacio culturales centrados en el proceso, la transversalidad el contexto y la participación.

Así, la Mediación Cultural no puede ser un complemento para acercar a “públicos”, sino un eje estructural que nos permita redefinir la manera de pensar y hacer cultura, que devuelva a ésta, su dimensión política, social y humana.

En este sentido nos parece inspirador traer a colación el trabajo de las compañeras del Área de Cultura del Ayuntamiento de Tarragona, que tras redactar un Plan Estratégico de Cultura participativo en el que se apuesta claramente por unas políticas culturales que garanticen los derechos culturales del contexto, han visto en la Mediación Cultural un marco de prácticas indispensable para poder activar de manera coherente y sostenible los puntos estratégicos del Plan. El documento no se limita a ordenar recursos o definir líneas de acción, sino que plantea una manera distinta de concebir la cultura desde la Mediación Cultural , con un enfoque sitúa la participación, la diversidad y la equidad como pilares de una política cultural verdaderamente democrática.

En este marco, la Mediación Cultural deja de ser un puente entre las instituciones y la ciudadanía, para ser un pivote que redefina la conversación cultural. Como comentábamos, en este caso, hablar de Mediación Cultural es hablar de proceso, transversalidad, contexto y participación. De entender que el tiempo del encuentro no puede medirse con los parámetros de la eficiencia económica; que la cultura no se construye en solitario, sino en colaboración con otros sectores (educación, juventud, igualdad, bienestar social); que cada territorio tiene su propio ritmo y sus propias necesidades; y que la participación no se limita a asistir, sino que implica formar parte activa de la creación y la toma de decisiones.

Tarragona es hoy un laboratorio de transición, que demuestra que otra manera de entender las políticas y la gestión cultural, es posible y que evidencia que hay maneras de devolver a la cultura su potencia colectiva. Es una apuesta política y sobre todo ética de tantear modelos en los que la cultura no de administra, se cultiva.

En estos tiempos en los que corren, la Mediación Cultural es una mala hierba persistente, que brota donde menos te lo esperas y cambia el terreno, abre grietas en las estructuras más rígidas y crece tímida o exhuberante ocupando su lugar, dando paso a nuevas formas de vida, a nuevas formas de habitar. Es en esas grietas donde la cultura respira y donde con los pulmones llenos podemos gritar que queremos una cultura más libre, más justa y más humana.

Carmen Oviedo